Petavonium, el espíritu castrense de la Antigua Roma en Hispania

El viento transporta aún el eco de un pasado marcial: el aroma curtido del cuero, de las caligae (sandalias) y las tiras de piel que unían las placas de la armadura (lorica segmentata), que equipaba a los legionarios romanos. Y casi parece resonar el firme paso militar con toque metálico, gracias a los clavos de metal (clavi) que conferían agarre a sus sandalias. Sonidos que tintinean en la memoria a medida que nos acercamos a Petavonium: el campamento (castrum) legionario que Roma estableció entre las localidades zamoranas de San Pedro de la Viña, Rosinos de Vidriales y Santibáñez de Vidriales para reforzar la maquinaria militar de Roma en Hispania.

Su emplazamiento en el valle de Vidriales, al noroeste de la provincia de Zamora en límite con la de Léon, estratégicamente situado junto a la cabecera del arroyo Almucera, afluente del Tera, respondía a una necesidad imperiosa: consolidar el orden romano (Pax Romana) tras la finalización de las guerras cántabras (29 – 19 a.C.). Aunque el emperador Augusto había declarado la victoria, el noroeste peninsular continuaba siendo un territorio agitado por revueltas y escaramuzas protagonizadas por la resistencia de los pueblos galaicos, astures y cántabros prerromanos que poblaban la región.

La Legio X Gemina, una de las unidades militares más emblemáticas de Roma, llegó a la zona para asegurar el dominio romano. Con su presencia en Petavonium reforzaba la victoria y el avance territorial mientras aplastaba los últimos focos de insurrección; de esta manera se garantizaba el establecimiento de la administración imperial por el noroeste peninsular.

Pero Petavonium no era solo un bastión militar, era el soporte del nervio económico de Roma en el noroeste de Hispania. Sus más de 5000 legionarios custodiaban la Vía de la Plata y el importante tránsito que soportaba esta arteria comercial que conectaba Emerita Augusta (Mérida) con Asturica Augusta (Astorga). Un nudo de comunicaciones importante y, al mismo tiempo, una vía natural de acceso al oro leonés extraído en Las Médulas [link interno], metal que alimentaba las arcas imperiales y que era transportado hacia Bracara Augusta (Braga) desde Asturica Augusta (Astorga).

La Legio X Gemina fue una de las principales unidades militares de Roma acantonadas en la península Ibérica, donde permaneció desde mediados del siglo I a.C. hasta mediados del siglo I d.C. Si bien su destacamento principal se concentró en el campamento de Asturica Augusta (Astorga) [link interno], sus guarniciones se extendieron por el noroeste peninsular, ampliando el radio de acción militar incluso hasta regiones más alejadas como Lusitania, Caesaraugusta (Zaragoza) o la costa mediterránea de la provincia Tarraconense.

El campamento, delimitado por una imponente muralla y un doble foso defensivo, ocupaba 17 hectáreas de terreno. En el año 63 d.C., la Legio X Gemina fue reasignada para defender la frontera imperial del Danubio. Petavonium cayó en un silencio temporal… hasta que, medio siglo después, el estruendo de los cascos de los caballos anunció una nueva era para el campamento militar: llegaba el Ala II Flavia Hispanorum civium Romanorum. Unidad de caballería auxiliar compuesta por 500 jinetes hispanorromanos que tomó el relevo castrense y permaneció en el campamento hasta el siglo III d.C.

Si bien estas unidades auxiliares, formadas bajo la disciplina y el rigor militar de Roma, estaban destinadas a defender los flancos de las legiones durante su avance en las campañas militares, en Petavonium el Ala II Flavia tenía la misión exclusiva de proteger el transporte del oro de Las Médulas. Además, con la presencia de esta unidad militar, el emperador Augusto reafirmaba la hegemonía de Roma al continuar vigilando desde su perímetro la conflictiva zona noroccidental de Hispania.

Desde A-Roma te llevamos a Petavonium, uno de los vestigios más excepcionales de Roma en el noroeste peninsular. Siéntelo bajo tus pies al pisar la misma tierra que acogió el paso marcial de la legión romana, la misma que vibró con el galope de la caballería y fue testigo del poder imparable de Roma. Marchamos entre los vestigios de barracones para revivir el periodo imperial más épico que moldeó Hispania.

Legado en piedra del Ala II Flavia

El nuevo enclave castrense donde se instaló el Ala II Flavia, fue levantado en el interior del antiguo castrum legionario y apenas ocupó 4,5 hectáreas, un cuarto del espacio originario de Petavonium; conocido localmente como el despoblado de Sansueña o La Ciudadeja. Los restos visibles del yacimiento en la actualidad se corresponden con ambos periodos históricos, superponiendo espacialmente los dos recintos castrenses: el empleado por la Legio X Gemina y, dentro de este, se distingue «La Cerca», como se conoce el recinto ocupado por el Ala II Flavia.

Las evidencias arqueológicas apuntan a que para su instalación, el campamento originario fue totalmente desmantelado. Solo se mantuvo la muralla exterior, integrándose en el nuevo sistema defensivo. Un replanteamiento diseñado para que con el nuevo uso del emplazamiento se alcanzase la eficiencia militar. Los edificios castrenses se adosaron directamente a la muralla, sin dejar espacio para el camino de ronda o pasillo de vigilancia situado habitualmente entre la muralla defensiva y las diversas dependencias castrenses.

Durante la segunda etapa de ocupación castrense se levantó una nueva muralla de piedra reforzada: una obra maestra de los sistemas defensivos romanos. Sus muros de mampostería se trabaron con argamasa y cal (opus caementicium); su perímetro fue asegurado con seis torres, atalayas que también se erigieron junto a sus cuatro puertas, con base cuadrangular, orientadas según los cuatro puntos cardinales.

Como segunda defensa, la estructura militar se rodeó con un foso en perfil de V de cinco metros de anchura y un metro de profundidad. Además, el diseño castrense adaptado al relieve del terreno añadió un ingenioso perfil inclinado a la muralla: entre 15º y 30º sobre la vertical; la hacía inexpugnable a los ataques, y, al mismo tiempo, remarcaba en el paisaje la presencia del poder de Roma.

Petavonium tuvo una larga ocupación militar, por lo que se añadió un conjunto urbano civil con entidad propia conocido como la mansio de Petavonium. A su vez, fundamentó el asentamiento de núcleos civiles heterogéneos (canabae) donde comerciantes, artesanos y veteranos, entre otros personajes, se instalaron en las proximidades del campamento para abastecer y cubrir las necesidades personales y de aprovisionamiento del gran contingente de legionarios.

El yacimiento ha recuperado su pulso militar con la reconstrucción de cuatro torres vigía, la imponente puerta decumana (flanqueada por una empalizada que evoca el perímetro defensivo original) y las austeras pero funcionales dependencias de los oficiales, permitiendo al visitante caminar entre las huellas de aquellos que defendieron este bastión.

Caminando por el interior del campamento se distinguen otras calzadas paralelas a las vías principales: praetoria y decumana. Así se abarcan los grandes ejes, con anchura superior a los cinco metros, entre los que se distribuyó la estructura ortogonal del recinto militar. Ambas calzadas, que gozaban de firme en origen de tierra arcillosa y posteriormente de tapial, contenían atarjeas que permitían canalizar las aguas residuales hacia otro colector más importante situado en la vía principalis.

Asimismo, en la calzada próxima al cuartel administrativo general (principia) se han documentado huellas de carro. Revelan no solo el modo de transporte durante la época sino además lo intenso que este debió ser a juzgar por las marcas que han permanecido sobre el terreno.

Los trabajos arqueológicos han desenterrado estructuras vinculadas a la vida cotidiana de la tropa: talleres de artesanía, hornos de cocina y almacenes de víveres, huellas del pragmatismo legionario. Entre ellos destaca un conjunto de habitaciones articuladas por dos calles interiores, donde una de ellas se abre a un patio empedrado que los investigadores identifican como el corazón de una cocina de campaña, quizá estemos viendo el lugar donde se compartían raciones de las gachas de trigo (puls) que se acompañaban de vino rebajado con agua.

Seguir disfrutando de la vida cotidiana en Petavonium es posible acudiendo al mercado de astures y romanos que cada mes de agosto se celebra en Santibáñez de Vidriales. Gastronomía y reproducciones de los objetos cotidianos del campamento romano ambientan aún más el recorrido; además, se facilita el acceso a Petavonium y su centro de interpretación de manera gratuita.

Entre las escasas construcciones monumentales asociadas a un campamento militar romano, incluso siendo sobresaliente como el de Petavonium, se ha identificado un templo dedicado a Hércules; un semidiós de increíble fuerza y resistencia como demostró en sus doce trabajos, una prueba con la que expió sus pecados y con cuyo desafío físico probaba su fuerza y astucia. En la mitología romana, Hércules fue un dios protector que velaba por los ejércitos y la honradez comercial.

La actual ermita de Nuestra Señora del Campo se halla sobre el lugar central del campamento donde estuvo el templo romano como atestigua un ara dedicada a dicha divinidad encontrada en el sitio.

Las termas, situadas a las afueras del campamento, es otro de los edificios de carácter público que estuvo a disposición de los legionarios así como de los habitantes del asentamiento civil circundante.

Sentirse legionarios a través del tiempo es la sugerente propuesta museística que se despliega al entrar en el Centro de Interpretación de los campamentos romanos de Petavonium.

Abre sus puertas en la quietud de la llanura zamorana, junto a la Casa Consistorial de Santibáñez de Vidriales. Sus instalaciones albergan antiguos secretos de hace dos mil años sobre uno de los enclaves militares más fascinantes de la Hispania militar romana: Petavonium.

Las piedras hablan sobre un paisaje con memoria que se desvela a través de los paneles interactivos y los hallazgos arqueológicos. La recreación de varias de las dependencias del campamento guían por la vida cotidiana de los legionarios que habitaron estos territorios y se reunían en los principia (el corazón administrativo del campamento), dormían en los barracones o almacenaban de grano en el depósito conocido como el horreum.

Entre las evidencias arqueológicas que atestiguan la presencia de la Legio X Gemina en Petavonium están los fragmentos de tejas planas (tegulae) con el sello o marca de la legión (LXG) con las unidades en relieve de la unidad que las realizó. También se han hallado monedas como sestercios del emperador Claudio que cuentan con contramarca legionaria en forma de cabeza de águila y resello (LX) de dicha legión.

El centro organiza recreaciones históricas donde el visitante puede caminar entre centuriones y sentir el peso de una armadura romana (lorica segmentata). Junto al centro, se habilitó un pequeño museo local con piezas originales procedentes de hallazgos en el yacimiento y donaciones de particulares de la zona. Este espacio museístico abre sus puertas todos los días de 9 a 14 horas y de jueves a domingo, incluidos festivos, también por la tarde de 16 a 19 horas. Tel. 980 648 186.

Desde el año 1945 se conserva en el museo del Ejército en Madrid, una figura de bronce pequeña (10,8 cm) de Eros hallada en Petavonium. Su fabricación se estima probablemente local (siglos I y II d.C.)  y su presencia en el lugar puede asociarse a intercambios culturales y militares.

Realizada con técnica de cera perdida, está envuelta de una pátina verde y concreciones terrosas que engrandecen el misterio de su origen y utilización. Posiblemente fuese un amuleto personal más que asociado a un culto divino porque el dios Eros de la mitología griega no tenía correspondencia en la romana.

Sin embargo, la figura representa a un niño alado, desnudo y con cabello corto, características muy comunes en las representaciones romanas. Podría corresponderse con una iconografía artística relacionada con Baco (putto báquico) con la que celebrar la fiesta, la alegría o la embriaguez, incluso la danza y la música ya que todos ellos eran elementos compartidos cuando se celebraba a Baco.

En el vecino pueblo de Camarzana de Tera, a 10 kilómetros de distancia, se halla uno de los más suntuosos yacimientos arqueológicos de A-Roma. Se trata de la villa romana de Orpheus [link interno], ubicada en pleno centro urbano. La lujosa villa rural tardorromana es un universo fascinante de mosaicos geométricos y figurativos con escenas mitológicas memorables que bien merece una visita sin prisas para deleitarse sin perderse detalle de sus estancias y su historia de vida desde el siglo II al IV d.C.

A unos 15 kilómetros de Rosinos de Vidriales, se localizó el complejo alfarero de Melgar de Tera. Un enclave artesanal a dos kilómetros del pueblo, situado junto al río Tera, en el lugar conocido como «Los Ladrillos», donde se recogía barro de calidad para fabricar vasos de paredes finas con los que abastecer a las tropas romanas establecidas en Petavonium.

Aparte de proveer al asentamiento militar, la excelente posición de Melgar, apenas a tres kilómetros de la vía que enlazaba Bracara Augusta (Braga) y Asturica Augusta (Astorga), hizo que esta cerámica alcanzase una gran distribución por el noroccidente peninsular en el ámbito militar y civil. Son cerámicas del siglo I d.C. que se han hallado incluso en castros asturianos del valle Navia.

Melgar de Tera, aparte de un cruce de civilizaciones, es un lugar de naturaleza amable que invita a caminar a orillas del río, entre choperas y fresnedas. Junto a su vecino el pueblo de Pumarejo de Tera se integran, al norte de Zamora, en la comarca de Benavente y Los Valles desde el siglo XIX, ya que antes pertenecían al reino leonés. Entre sus vestigios más admirados está su peculiar molino harinero, una alianza del trigo y el agua, que llegó a hacer funcionar simultáneamente tres muelas.

Lo más llamativo del trazado urbano de Pumarejo de Tera es su moderna iglesia de piedra, obra del arquitecto Miguel Fisac que fue construida por el esfuerzo vecinal en 73 días durante el año 1985. Tras el derrumbe de la cubierta de la antigua iglesia parroquial conservó la espadaña, la misma que hoy luce el templo que los vecinos levantaron con sus propias manos, mediante la «facendera». Actividad en la que todo el pueblo, a falta de profesionales constructores en la zona, aporta su trabajo para lograr un fin común como construir la nueva iglesia parroquial. Hoy como antaño sigue encomendada a Santiago Apóstol. Mientras que la portada románica del templo se trasladó al acceso del cementerio municipal.

Si nos dirigimos a Santa Marta de Tera (12 kilómetros al este de Petavonium) nos encontraremos ante una joya del románico en pleno trazado del Camino Sanabrés (o Mozárabe-Sanabrés) del Camino de Santiago, una histórica ruta que conecta la Vía de la Plata con Santiago de Compostela. La iglesia (finales del siglo XI) de bonitos capiteles románicos, situada junto al monasterio, alberga en su planta de cruz latina el famoso «Cristo del Solsticio», así denominado porque durante cada equinoccio (dos veces al año: 21 de marzo y 23 de septiembre) un rayo de luz ilumina el capitel donde se halla, a la izquierda del ábside.

A 20 kilómetros, en Santibáñez de Tera, dan ganas de echarse a la senda de los Monjes, así conocida la ruta empedrada que seguían los religiosos del monasterio de San Martín de Castañeda para pescar en el lago de Sanabria. Discurre, entre molinos harineros y viejos puentes romanos, junto al río y bajo la imponencia vegetal del bosque de ribera.

Estamos en pleno parque natural de Sanabria, y llegar al enclave histórico de Ribadelago Viejo, casi en la misma orilla del lago de Sanabria, es recorrer el imponente cañón del Tera entre barrancos, saltos de agua, pozas y torrentes.

El lago de Sanabria es el mayor lago glaciar de la península Ibérica. Sus aguas cristalinas resaltan envueltas de robles y ribazos de arenas que conforman playas naturales. Un entorno idóneo para los amantes del senderismo y la observación de aves acuáticas. Para informarse de todas las posibilidades que ofrece la extraordinaria naturaleza del espacio natural conviene visitar la Casa del Parque en las inmediaciones de Rabanillo-Galende.

 

Desplazarse hasta Benavente, capital de los Valles situada 25 kilómetros al sur de Petavonium, es entrar en un enclave estratégico desde la Edad Media, cuando jugó un papel esencial entre los reinos de León y Castilla al consolidar su unión mediante la firma de la Concordia de Benavente (año 1230) bajo el reinado del monarca Fernando III el Santo.

La huella  más significativa de su pasado monumental es la torre del Caracol, así denominada la única parte en pie del castillo de la Mota, donde residieron los condes de Benavente de la Casa Pimentel cuyos escudos veremos en los motivos decorativos de los muros en planta cuadrada de la torre junto al artesonado mudéjar que la ensalza y que proviene del convento desaparecido de San Román del Valle.

 

El castillo del Alba, en la población homónima, se halla a 30 kilómetros de Petavonium y es una imponente fortaleza en ruinas del siglo X situada sobre un antiguo castro vetón. Jugó un importante papel estratégico fronterizo en las guerras entre Portugal y Castilla. Esconde leyendas de amor entre musulmanes y cristianos, y hoy, aunque no luce su imponencia defensiva por la presencia de la presa de Ricobayo, sigue asomado a una panorámica extraordinaria de los montes de Aliste.

Hacia el suroeste habremos de recorrer 50 kilómetros para divisar las lagunas de Villafáfila, un humedal de importancia internacional que reúne una de las mayores colonias de aves esteparias de Europa, como las llamativas avutardas. Sus observatorios ornitológicos son una cita obligada para aficionados naturalistas procedentes de cualquier rincón europeo.

Mirando hacia tierras gallegas, encaramado sobre el río Tera, se alza Puebla de Sanabria, un pueblo medieval amurallado con casas blasonadas en sus calles empedradas y la iglesia románica de Nuestra Señora del Azogue. Sobre el conjunto histórico asoma el castillo del siglo XV, construido por los condes de Benavente, que sigue vigilando el horizonte como testigo de luchas entre reinos, cuando Juana la Loca cruzó su umbral de piedra. El mejor lugar de su entorno para abarcar el valle del Tera es el mirador del tío Urrutia.

Petavonium se encuentra en el término municipal de Rosinos de Vidriales, cerca de Santibáñez de Vidriales (Zamora). El acceso principal se realiza por carretera, ya que el transporte público directo es muy limitado o inexistente.

Desde Madrid (300 kilómetros y 3,15 horas) se toma la A-6 (autovía del Noroeste) en dirección A Coruña hasta Benavente, donde se sigue por la A-52 (autovía de las Rías Bajas) en dirección Ourense. Se toma la salida 29 de Camarzana de Tera para continuar por la carretera ZA-110 hacia La Bañeza. A unos 5 km está Santibáñez de Vidriales pueblo desde el que se continúa un kilómetro más hasta ver el acceso al campamento romano en Rosinos de Vidriales.

Desde Valladolid (150 kilómetros y 1,45 horas) se accede por la A-6 hasta Benavente y después se siguen las mismas indicaciones que desde Madrid. Desde León (140 kilómetros y 1,40 horas) se toma la AP-71 o N-630 hasta Benavente y continúa como se ha descrito.

Si se parte de la ciudad de Zamora (62 kilómetros y 55 minutos) hay que tomar la N-631 hasta Camarzana de Tera para seguir por la N-525 hacia Benavente y desviarse por la ZA-110 hasta Santibáñez de Vidriales.

Desde Salamanca (180 kilómetros y 2 horas) la A-66 conduce hasta Benavente, donde se continúa por la A-52 hasta la salida de Camarzana de Tera que, a través de la ZA-110, llega al campamento romano.

Desde Astorga en León (95 kilómetros y 1,15 horas) se toma la A-6 en dirección a Benavente y, al llegar a La Bañeza se toma la carretera LE-110 que se continúa por la ZA-110 hacia Rosinos de Vidriales.

Desde Ourense (150 kilómetros y 1,50 horas) hay que seguir la A-52 en dirección a Benavente y desviarse en Camarzana de Tera para seguir por la ZA-110 hacia Santibáñez de Vidriales y Rosinos de Vidriales.

Si se proviene de Vigo (250 kilómetros y 2,50 horas) hay que seguir la AP-9, continuar por la AG-53 para enlazar con la A-52 y realizar el mismo trayecto descrito desde Ourense.

El acceso en transporte público desde la ciudad de Zamora se hace en autobús (Linecar) que conecta con Puebla de Sanabria y tiene parada en Santibáñez de Vidriales. Desde esta localidad se pueden caminar tres kilómetros hasta el yacimiento o tomar un taxi.

Desde Benavente también se puede acceder en autobús (Linecar) que conecta con Puebla de Sanabria y tiene parada en Santibáñez de Vidriales.

En Astorga se puede tomar el autobús (ALSA y Linecar) hasta Benavente y luego tomar el autobús anteriormente mencionado. También se puede llegar en tren desde Astorga a Zamora y luego tomar el autobús con parada en Santibáñez de Vidriales.

Desde León el tren o el autobús (ALSA) conducen hasta Benavente donde se toma la opción mencionada para llegar a Santibáñez de Vidriales.

Si se proviene de Ourense la mejor opción es llegar en tren hasta Zamora y conectar con dicha línea de autobús hasta Santibáñez de Vidriales.

Desde Madrid (estación Chamartín) la opción más idónea es el tren hasta Zamora y después tomar el autobús hasta el citado núcleo rural.

Las tierras del valle de Vidriales abundan en actividad agrícola y ganadera, pero también son ricas en productos de origen piscícola y cinegético. Una riqueza natural y agropecuario que es fuente de variedad de productos alimenticios sostén de una gastronomía apetecible basada en la autenticidad ancestral de sus recetas.

La tradicional caza hace que pichones, perdices, palomas, codornices y liebres se conviertan en protagonistas de bocados delicados basados en la tradición culinaria local. No falta la ganadería, aportando con sus carnes de vacuno, ovino y caprino un producto de excelente calidad para ser elaborado en horno de leña.

La huerta es generosa y diversa, y los pimientos de Benavente un auténtico emblema culinario elaborado con un sinfín de técnicas como asado, fritos o en conserva. De hecho cada año, en el mes de septiembre, protagonizan la feria comarcal del Pimiento. De Benavente también proceden los huevos con farinato, un plato típico donde destaca el «farinato», un embutido local elaborado con miga de pan, grasa de cerdo y especias, que se fríe al igual que los huevos.

Con el cereal producido en estas tierras se elabora un pan artesano que conserva en su esencia el calor del horneado de cada día. Mientras que las legumbres locales, como los garbanzos de Fuentesaúco, son tiernas y finas, ideales para ser protagonistas de cocidos y guisos tradicionales.

Al igual que el cochinillo o tostón, los embutidos y productos cárnicos de la matanza son habituales en la mesa de cualquier establecimiento gastronómico de la zona. Tampoco faltan los quesos de oveja que ostentan la Denominación de Origen Queso Zamorano.

Las truchas de los ríos Órbigo y Tera, ríos trucheros por excelencia de las provincias zamorana y leonesa, son sabores que hacen las delicias a la mesa desde la presencia romana.

Para el final de nuestra experiencia gastronómica quedan dulces bocados de la tierra como la tarta del Císter, elaborada a base de almendras, la tarta capuchina, los feos y las rosquillas de trancalapuerta. Entre los postres también gusta probar los cuscarones, elaborados con harina de trigo, manteca de cerdo y miel, son un delicioso bocado caliente que reconforta en cuerpo y alma.

La experiencia de comer y beber en el valle de Vidriales se prolonga con las bodegas excavadas bajo la tierra arcillosa. Estamos en la región vitivinícola más extensa de Zamora, donde se producen vinos locales suaves y de aguja gracias al cultivo de variedades como la prieto picudo, tempranillo, mencía, malvasía y verdejo. Antes de levantarse de la mesa, el sabor intenso del orujo y los licores artesanales elaborados en Camarzana de Tera, preparan para retomar el camino con la fuerza de un militar romano.

¿Te imaginas sentarte a la mesa como un auténtico legionario romano, rodeado de aromas ancestrales y sabores que han perdurado siglos? Con A-Roma te llevamos a saborear la historia en cada bocado. [link interno]

Un descanso épico espera en los valles de Vidriales y del Tera, entre estos paisajes que susurran leyendas milenarias de militares romanos. En el mismo lugar que ofrecía descanso a legionarios, mercaderes y caminantes que recorrían las vías romanas.

El tiempo parece detenerse en sus casas rurales, donde los pasos tranquilos evocan antiguos moradores, y en antiguas casonas restauradas con esmero e incluyendo el confort que nos gusta disfrutar hoy.

Los hoteles tienen alma, tal vez por ser alojamientos familiares o quizás por la hospitalidad con la que te reciben como a un viejo amigo… Cada rincón para descansar respira autenticidad, tal vez porque evocan la herencia de una tierra marcada por el paso del Imperio.

Con A-Roma, tu estancia se va a llenar con el murmullo de la historia [link interno]. Al caer la noche evocarás el crujir de las ruedas de los carros, tal vez unas palabras en latín; y, con la luz de un nuevo amanecer, al asomarte a la ventana, volverás a esos mismos paisajes que contemplaron los ojos de la Hispania romana.

Vamos a descubrir los secretos de uno de los enclaves arqueológicos militares más fascinantes de la Hispania romana. Deja que la historia cobre vida entre murallas, fosos y vestigios que aún conservan el eco de los legionarios y comerciantes que recorrieron la Vía de la Plata o vigilaron este estratégico cruce de caminos del noroccidente de Hispania.

No tendrás que vigilar las riquezas auríferas de Las Médulas, ni permanecer vigilante ante la amenaza de los pueblos astures sino disfrutar de los mismos espacios donde miles de soldados, artesanos y comerciantes convivieron. Firmemos una tessarae hospitalis [link interno] que, como en la Antigua Roma sellará un pacto de hospitalidad; una tablilla a modo de llave simbólica que te garantizará alojamiento, protección y ayuda en tu estancia en Petavonium.

Deja que la historia cobre vida entre murallas, fosos y vestigios que aún conservan el eco de los legionarios y comerciantes que recorrieron la Vía de la Plata

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