León, el espíritu invicto de Roma en Hispania

Cuando el polvo de la conquista se asentó sobre las tierras de Hispania, aún quedaba la tarea más ardua: asegurar el dominio romano en una frontera donde el desafío nunca dormía. A la sombra de la montaña y en lo alto de una terraza que dominaba el horizonte, tres legiones fueron convocadas para erigir un bastión indomable. No era solo piedra y estrategia; era la voluntad férrea de Roma plasmada en el paisaje, la respuesta a la eterna lucha entre el poder y la resistencia. Aquí, entre los valles del Bernesga y el Torío, nació mucho más que un campamento: nació un legado.

Las tres legiones del exercitus Hispanicus tenían una encomienda prioritaria del emperador Augusto: fortalecer la frontera meridional del Imperio con base en este asentamiento situado junto a las principales vías de comunicación romanas. Así el avance imperial tendría bajo control gran parte del noroeste peninsular.

Bajo el actual casco histórico de la ciudad de León, se instaló la Sexta Legión victoriosa (Legio VI Victrix) y levantó el castrum de Legio. Un sitio que, debido a la importancia que suponía para el control oriental del tránsito desde la meseta hacia la costa Cantábrica, sumaba un auténtico tesoro: los depósitos auríferos explotados en Las Médulas; su transporte quedaba también salvaguardado durante su traslado por escoltas de esta división imperial.

El campamento castrense permaneció habitado casi un siglo, así que la legión acabó denominándose Hispaniensis. Cuando fue movilizada a la confrontación con Germania, su presencia militar fue sustituida, en el año 74, por la Legio VII Gemina; la única que permaneció desde entonces en Hispania. Un nuevo campamento aledaño y espacio para población civil se sumaron al asentamiento pionero; sus restos aún son visibles junto a la Real Colegiata de San Isidoro.

En el trazado de la zona histórica de la ciudad actual todavía se distinguen elementos de la ordenación urbanística castrense de la que fue una de las fortificaciones del Imperio romano más antiguas y la mayor de Hispania. El campamento de la Legio VII Gemina consistía en un recinto rectangular organizado en torno a dos vías primordiales (Principalis y Decumana) que, dispuestas perpendicularmente entre sí, facilitaban el reparto del espacio en una ordenada retícula de construcciones. Estaban protegidas por una muralla defensiva dotada de cuatro puertas situadas en los extremos de dichas calles principales.

La ciudad fue amparada por los romanos hasta los últimos años del Imperio, en el siglo IV, cuando se reforzó la muralla ante la amenaza que suponía el avance germánico. Después de la decadencia imperial llegó el silencio durante 500 años, hasta que la repoblación desde el reino astur, en el siglo IX, promovió su prosperidad llegando a erigirse en la capital del reino de León.

Ha llegado el momento de volver A-Roma, a través de un viaje en el tiempo hacia el León del Imperio romano, donde el rugido de la historia aún resuena entre sus piedras milenarias. Sigue los pasos del majestuoso león rampante, símbolo heráldico de la ciudad y uno de los más antiguos de Europa, porque guarda el secreto de las legiones que aquí se asentaron a través de la visita guiada al León romano [link interno reservas].

Pisarás la misma tierra que los soldados imperiales, recorrerás sus murallas y descubrirás detalles arqueológicos que guardan la herencia de un campamento militar romano. La aventura comienza en el Centro de Interpretación del León romano, ubicado en la emblemática casona de Puerta Castillo, donde revivirás la gloria del ejército imperial y la vida cotidiana que floreció a su alrededor.

La defensa leonesa, la muralla y sus torres

Aunque ambos campamentos legionarios contaron con defensas, la primera muralla defensiva del asentamiento fue levantada por la Legio VII Gemina en el siglo I d.C. y confinaba el perímetro habitado con un cuadrilátero. A ella se añadió una segunda muralla, a comienzos del siglo IV con más de 5 metros de ancho y 8 metros de alto. Está jalonada de 36 torres o cubos, por lo que popularmente se la conoce como la «muralla de Cubos».

A partir de la Edad Media, numerosas modificaciones estructurales cambiaron la muralla original. No obstante, aún es visible en un pequeño lienzo de las escaleras que ascienden a la plaza de San Isidoro desde la avenida Ramón y Cajal. De la segunda muralla imperial, en la calle Carreras se conserva un tramo en buen estado con sus sillares romanos, junto a la catedral de Santa María.

De sus torres han perdurado la mitad de las que debió poseer la muralla original; destacando varias por su buena conservación. La torre de los Ponce, situada junto a la Plaza Mayor, que en el Medievo fue cárcel de clérigos. La torre de Puerta Castillo que, ubicada al norte de la muralla, tiene trazas monumentales y conecta la plaza del Espolón con la plaza Puerta Castillo.

La torre de la basílica de San Isidoro que se localiza en pleno corazón del casco histórico, en la plaza del mismo nombre. Muestra hechura medieval y formó parte de la antigua iglesia de San Juan Bautista, sobre la que se levantó la basílica. Los sillares de su base son originarios de la muralla romana y fueron reaprovechados para fundamentar la estructura medieval de la torre.

En su aspecto de campanario, no oculta su robustez para los fines defensivos militares con que se levantó junto a la muralla. Se la conoce como «torre del Gallo» por la veleta con su silueta que la culmina. Esta torre es un emblema urbano puesto que entrelaza en su arquitectura románica su origen romano con el pasado medieval y cristiano de la ciudad.

Para explorar la muralla de León, no pierdas la oportunidad de recorrerla por su paseo de ronda, accesible entre la catedral y la colegiata. Al igual que en la muralla de Astorga, estarás pisando las mismas piedras desde las que protegió este territorio la Legio VII Gemina.

Traspasar las puertas de la muralla de León es utilizar una llave con la que sentir el estruendo del paso de las legiones o dejarse envolver por el murmullo del quehacer cotidiano que caracterizaba la vida diaria hace milenios. La puerta del Castillo destaca al norte urbano entre las más imponentes del conjunto monumental. Es la única puerta romana que se conserva.

Desembocaba en la Vía Decumana y conducía a los legionarios hacia las fronteras del Imperio. Hoy, aunque notablemente modificada en el siglo XVIII, sigue abriendo paso al corazón urbano de época romana. Se la conoce como el «arco de la Cárcel» por sustentarse en uno de los muros de la antigua cárcel leonesa. A través de ella llegaba la canalización del acueducto romano que abastecía a la ciudad con agua del Bernesga.

Alrededor de la puerta del Obispo, de estilo gótico y junto a la catedral, se ha tomado el pulso de la vida civil desde la llegada imperial cuando se construyó como puerta oriental del recinto fortificado (Porta Principalis Sinistra) escoltada por dos torreones. Con su remodelación medieval, de la que proviene su actual denominación por hallarse próxima al palacio Episcopal, se convirtió en el acceso principal al burgo de los comerciantes y sus carros. En origen, era el acceso más directo al Principia, como se conocía el centro neurálgico militar donde se tomaban las decisiones castrenses y  alrededor del que bullía la vida civil. Fíjate bien en sus sillares más antiguos, aún guardan las huellas del paso de las caravanas y las legiones.

La puerta Cauriense, también conocida como de San Pedro, sustituyó a la originaria Porta Principalis Dextra romana. Era por la que accedían los peregrinos y mercaderes procedentes del noroeste peninsular.

En la cripta arqueológica de la catedral se conservan parte de los cimientos de los muros y del pavimento de los barracones, destinados al alojamiento de soldados. Esta, que es una de las huellas mejor conservadas de la presencia romana en la ciudad de León, estaba ubicada en el área occidental del campamento y eran instalaciones probablemente usadas como almacenes o viviendas militares.

Otro llamativo edificio castrense es el de los Principia, así conocidas las dependencias donde la Legio VII Gemina estableció su cuartel de mando, ubicado en la actual calle Pelayo. En el Centro de Interpretación del León romano puede verse una reconstrucción virtual de la arquitectura rectangular de los barracones divididos en los habitáculos donde vivían grupos de 8 soldados (contubernium).

La huella de las legiones ha perdurado magníficamente en dos criptas arqueológicas conservadas en la calle Cascalerías, junto a los muros exteriores del sur del campamento. Se trata de los restos que han perdurado del anfiteatro castrense que fue construido extramuros.

El anfiteatro, de enormes dimensiones (80 metros de largo por 50 de ancho), podía albergar hasta 8000 espectadores y su arena servía para el entrenamiento de las tropas imperiales, así como para los espectáculos de luchas entre gladiadores que alegraban al pueblo como las demostraciones militares. Las criptas, que incluso conservan restos de pintura mural, son la única estructura visible del anfiteatro pues su graderío (cavea) era de madera.

Entre los numerosos tesoros imperiales que esconde el subsuelo de la ciudad de León se hallan las termas, situadas bajo la catedral en su cripta arqueológica. Representaban un lugar esencial para la higiene y el ocio cotidiano del antiguo campamento legionario. Entre sus vestigios puede contemplarse el hypocaustum o sistema de pilares sobre los que se sustentaba el pavimento que distribuía el calor radiante de las termas.

También se observan restos de las piscinas de agua caliente (caldarium) y templada (tepidarium). Si bien no eran unas instalaciones lujosas, por estar a disposición de los legionarios, se han descubierto algunos de sus mosaicos geométricos y restos de la típica cerámica imperial de tono rojo. Color que se hacía intenso y metálico gracias a estar sellada por barniz vítreo al horno (a lo que debe su denominación de cerámica sigillata), piezas que pueden admirarse en el museo de León.

Situado en dos sedes (el convento de San Marcos y el edificio Pallarés), el museo de León es el espacio expositivo más antiguo y con la más rica muestra cultural y arqueológica de la provincia. Su colección está articulada en varias áreas: prehistoria, romanización, final del mundo antiguo, Edad Media, Edad Moderna y mundo contemporáneo. Abarca la historia acaecida en territorio leonés desde el Paleolítico hasta el siglo XX. El museo además cuenta con un anexo arqueológico a escasos kilómetros del centro urbano situado en la villa romana de Navatejera, en el municipio de Villaquilambre.

Entre sus piezas destaca una notable muestra epigráfica de estelas, aras votivas y lápidas; excepcionales mosaicos romanos como el de Hilas y las Ninfas, estatuas de las villas romanas; numerosos objetos y útiles romanos de hierro, bronce y un conjunto excepcional de monedas. Entre su valiosa muestra de piezas medievales exhibe el capitel de los ocho apóstoles procedente del monasterio de San Benito de Sahagún, la cruz mozárabe de Santiago de Peñalba, el calvario románico de Corullón y el Cristo de Carrizo tallado en marfil en el siglo XI. El museo de León para aquellos que deseen descubrir lo más sobresaliente de sus colecciones ofrece el itinerario denominado «24 Piezas Clave» que conduce a través de su colección permanente, además dispone de varios tipos de visitas guiadas, así como de actividades y exposiciones temporales y biblioteca. Plaza de Santo Domingo, 8. Tel. 987 236 405.

No hay edificio histórico de la ciudad de León que no esté vinculado de alguna manera a la presencia del Imperio romano. Un buen ejemplo es la Real Colegiata de San Isidoro, asentada sobre un originario templo romano y adosada a la muralla por el noroeste.

Muchos de los sillares de esta joya románica europea son un auténtico libro abierto al pasado romano. Grandes piedras que fueron reaprovechadas en los muros de la basílica, sobre todo para sustentar su basamento y en la torre. En ellos verás los huecos de antiguas grapas de metal que son típicos de la arquitectura militar romana.

También quedan a la vista misteriosos relieves que, por el desgaste de la roca caliza, guardan el misterio de si son estelas funerarias o altares paganos. Hallazgos arqueológicos como piezas de cerámica, atarjeas, alcantarillas, muros de ladrillo y tejas romanas (tegulas) estampadas con sellos de la legión, así como un trozo de la muralla levantada por la Legio VII Gemina, que permanece bajo la aledaña plaza de San Isidoro, atestiguan el largo uso que estas piedras han soportado durante dos milenios.

Después de admirar los milenarios frescos de la Real Colegiata de San Isidoro, que la convierten en la «Capilla Sixtina del románico», el museo de la Colegiata, recientemente remodelado, es un fascinante viaje por la historia y el esplendor vivido por el templo. Desde su etapa fundacional, como monasterio femenino medieval, hasta convertirse en panteón de los reyes.

Al mismo tiempo invita a seguir explorando la presencia romana a través de las maquetas del campamento legionario, una piedra miliaria de la vía militar que partía del mismo, o los documentos medievales que confirman el uso de las piedras romanas para construir la colegiata.

Incluso las inscripciones indescifrables de algunos de los sarcófagos y los fustes y capiteles del Panteón Real podrían corresponder a la reutilización de materiales romanos (spolia). Su aprovechamiento en el Medievo era común y, además, daba prestigio a las nuevas construcciones, sobre todo a los reyes leoneses que al hacerlo vinculaban su linaje al honor y la heroicidad de la Legio VII Gemina.

La luz se hizo al entrar en la catedral de Santa María: un extraordinario universo de luminosidad y piedra alojado en este notable edificio gótico envuelto de vidrieras (2500 m2 de cristal policromado). Contemplar el interior de la catedral resulta fascinante al aglutinar en sus muros, casi traslúcidos por las vidrieras, historia, arte y espiritualidad.

Popularmente conocida como la «Bella Leonesa» (Pulchra Leonina), la catedral es el emblema de la que fuera capital del reino de León desde su construcción (siglo XIII). A la vez se mantiene como un misterioso edificio de bellísima fachada abierta por tres pórticos (el más llamativo es el central de la Virgen Blanca) y en cuyo interior de arquitectura ligera guarda leyendas seculares y secretas claves alquímicas templarias.

No te cansarás de admirar su majestuosa belleza al completo desde la plaza de Regla; disfrutar de las proyecciones audiovisuales sobre su fachada que se programan en las noches estivales; y, por supuesto, durante cada atardecer que permanezcas en la ciudad, cuando el sol ilumina sus vidrieras mientras en el interior se vive una explosión de luz de proporciones divinas. ¡Ah! y no pierdas detalle de las gárgolas de la catedral y de los ángeles sonrientes que vigilan desde las alturas: reflejan una abierta crítica social medieval.

Una de las vidrieras de la catedral (el halconero) inspiró el diseño de la catedral contemporánea de la ciudad que es el museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC). El arte y la cultura más vanguardistas se exhiben por sus dependencias interiores amplias e interconectadas. Bañadas de luz natural se abren al exterior con una fachada dinámica compuesta de miles de paneles de vidrio de 37 colores inspirada en la citada vidriera medieval, una de las más antiguas del templo.

Cuando Antonio Gaudí llegó a León era un joven arquitecto catalán que respondía al encargo de dos socios leoneses (Fernández y Andrés) comerciantes de tejidos que deseaban crear unos almacenes amplios y que, al mismo tiempo, pudieran acoger viviendas para familias burguesas.

Las influencias que el joven arquitecto traía de las más novedosas corrientes arquitectónicas barcelonesas y parisinas las aplicó, junto a sus modernas ideas estructurales, para levantar la Casa Botines resaltando su estilo modernista en la plaza de San Marcelo.  Hoy, convertida en museo, ofrece la rica experiencia de recorrer medio milenio de arte español mientras invita a detenerse en su profusa colección de obras artísticas de los siglos XIX y XX.

Al igual que las piedras romanas, en este museo aguardan tesoros que desafían los siglos como una edición original del grito contra la hipocresía que presentan los Caprichos de Goya o las ilustraciones que Salvador Dalí creó para la Divina Comedia de Dante.

Sin abandonar el casco antiguo leonés, resulta imposible no buscar la ancestral y empedrada plaza del Grano, con su fuente barroca y en pleno Barrio Húmedo. Es donde se ubica la iglesia de Nuestra Señora del Mercado, que mantiene parte de su estructura románica original del siglo XII. También se la conoce como Nuestra Señora del Camino porque la ruta jacobea discurre frente a su planta basilical, inspirada en la Real Colegiata de San Isidoro.

Entre sus más sorprendentes tesoros está el pórtico cuyos capiteles muestran ricas escenas de comerciantes medievales. En el interior está la Virgen morena, que los locales afirman ennegreció de dolor, y en cuyo manto se dibujan misteriosos signos que asignan a una oculta peregrinación templaria. Bajo el altar se hallaron restos de un antiguo templo romano dedicado a Mercurio (dios del comercio) que para eso la iglesia se halla enclavada en la plaza porticada donde se celebró mercado desde tiempos inmemoriales.

Antes de abandonar la ciudad conviene pisar las piedras por las que caminaron las legiones romanas en la Vía Principalis. Es la actual calle Ancha y un corredor urbano donde tomar el pulso de la ciudad entre los escaparates de los comercios y las fachadas de edificios señoriales modernistas. Una auténtica Belle Époque a la leonesa ante la que deleitarse desde alguna de sus terrazas mientras se disfruta del rumor de los pasos, aunque no sean de sandalias romanas.

El barrio judío que fue el último refugio de la comunidad judía de León hasta su expulsión en 1492 situó a sus mercaderes y artesanos extramuros de la ciudad, a 3 kilómetros, en el cerro de La Mota, donde previamente estuviera el asentamiento romano de Puente Castro (Castro ludeorum) junto a un amplio meandro del río Torío.

Era un enclave fortificado e idóneo tanto para tener una posición defensiva privilegiada como para controlar el comercio con Astorga. En las inmediaciones del cerro se hallaron las tumbas antropomorfas y lápidas con inscripciones hebreas del cementerio judío. El monte donde se hallan los vestigios judíos es a su vez un magnífico mirador de la ciudad de León. El lugar está señalado con un monolito de piedra y una placa en memoria de las 30 familias judías identificadas en el barrio.

A orillas del río Torío también se localizan las cuevas Menudas. Un tesoro medieval excavado en la roca caliza por los eremitas y monjes en busca del silencio para el crecimiento espiritual. Sencillas grutas artificiales excavadas en la roca para el aislamiento de los primeros creyentes visigóticos. Están situadas en La Academia, a unos 3 kilómetros de la ciudad y en pleno Camino de Santiago, después de cruzar el moderno Puente Castro.

Apenas 30 minutos y 50 kilómetros de carretera hacen de Astorga uno de los destinos más cercanos y apetecibles desde la ciudad de León. Su pasado romano sigue vivo en las calles de la que fuera Asturica Augusta y salta de su sobresaliente muralla romana al imponente foro y a los abundantes vestigios del museo Romano. En conjunto, atestiguan la relevancia que poseyó esta urbe para el control de la red de calzadas romanas que recorrían el noroeste peninsular.

Los encantos de la comarca de El Bierzo se extienden por el oeste de la provincia leonesa y son un buen motivo por el que abandonar la ciudad de León. A sus paisajes y rica naturaleza, repartidos en una amplia hoya central alrededor de la cuenca del río Sil y rodeada de montañas, esconde bonitos pueblos como Peñalba de Santiago. Bajo sus tejados de piedra y calles empedradas, al pie de la sierra de los Ancares, conserva la esencia rural. No dejes de visitar su bonita iglesia mozárabe de Santiago.

Aprovecha que este pueblo se halla junto al valle del Silencio, el recóndito lugar donde los monjes ermitaños buscaban el aislamiento del mundo para encontrar la paz espiritual. Contágiate de la serenidad del entorno mientras caminas entre cascadas en busca de las cuevas de los eremitas y sus primitivos monasterios.

En El Bierzo también aguardan atractivos urbanos como la ciudad medieval de Ponferrada, con su imponente castillo templario que vigila el Camino de Santiago. Pasea por su casco antiguo y no dejes de hacer un alto en la plaza del Ayuntamiento, es el rincón más vivo de la ciudad y uno de los mejores puntos para iniciarte en la gastronomía berciana.

Si queremos volver a sentir el eco de la presencia romana nada mejor que adentrarnos en los paisajes rojizos de Las Médulas [link interno]. Se pueden visitar desde Carucedo o Puente de Domingo Flórez, muy cerca de Ponferrada y son Patrimonio de la Humanidad por la Unesco por ser la mayor mina de oro a cielo abierto del Imperio romano.

Abarcan un panorama sobresaliente por aglutinar la belleza que la naturaleza ha aportado a las huellas de la explotación minera con el paso de los siglos. Recorrer sus senderos, entre castaños centenarios y contemplando las vistas desde los miradores panorámicos asoman a una singular huella dejada por el tiempo y la minería romana. Además, es una forma inolvidable de conocer la historia, naturaleza y leyendas que encierran Las Médulas.

Palacios renacentistas, iglesias románicas y calles empedradas crean un trazado urbano con el encanto de la piedra en Villafranca del Bierzo. Toma un buen vino del Bierzo mientras escuchas las leyendas que durante siglos han alimentado los peregrinos compostelanos que atraviesan la localidad o admira la puerta del Perdón de su Colegiata.

Desde Villafranca, apenas 15 kilómetros nos separan del Castro de Chano. Un magnífico yacimiento arqueológico donde observar un poblado prerromano que, con sus 22 viviendas circulares, es de los mejor conservados del noroeste peninsular. Un viaje en el tiempo de más de 2000 años y una puerta de entrada al atractivo valle de Fornela y sus sendas emboscadas en plena montaña leonesa.

Los amantes de los vestigios industriales cuentan en El Bierzo con el pozo minero Julia. Situado en la localidad de Fabero (a 100 kilómetros de León capital), uno de los pocos lugares de la geografía española donde se pueden visitar las entrañas de la tierra. Es una joya de la arqueología industrial leonesa que conserva su castillete de hierro y para visitarlo emplea los ascensores y jaulas de transporte originales de esta mina donde se extraía el oro negro del Bierzo, como se conoce a la hulla, un carbón de alta calidad muy empleado en la industria por su alto poder calorífico.

A los amantes de la exploración subterránea les resulta irresistible la visita de la cueva de Valporquero. Enclavada a menos de una hora de León (47 kilómetros), su accesible geología para las visitas familiares o aquellas más aventureras para recorrer galerías sin acondicionar hacen de su panorama de salas, como la de las Maravillas, un sugerente destino para todos. A las imponentes dimensiones de sus salas subterráneas se añaden infinidad de paleoformas de la roca caliza como el Gran Coloso, una estalagmita de 15 metros.

En las Montaña de Riaño, a 65 kilómetros de León, espera el pueblo Lois, con una genuina catedral rural como se conoce popularmente a su iglesia de San Pedro de estilo neoclásico. Las calles empedradas a las que se asoman fachadas de viviendas blasonadas y las magníficas vistas del conjunto rural con sus miradores naturales sobre el valle del Esla, justifican una escapada a esta joya rural leonesa.

En el camino, no olvides acercarte al embalse de Riaño, una carretera sinuosa pero envuelta de un paisaje espectacular conduce hasta su orilla. Disfruta en sus aguas practicando deportes acuáticos como el piragüismo, asómate a sus miradores y el embalse te parecerá un original fiordo leonés. También puedes seguir la historia de los 9 pueblos que perecieron bajo sus aguas; o admirar las rapaces como los buitres leonados que frecuentan la zona, así como los rebecos que triscan por los roquedos.

Al sureste de León, en plena comarca de Tierra de Campos y apenas a 40 kilómetros de la capital leonesa merece la pena una escapada a Grajal de Campos por contemplar su conjunto de villa amurallada. Está bellamente marcada por la arquitectura renacentista gracias al poder de los condes de Grajal que tuvieron en ella el solar  para su dominio territorial. Envuelta por un paisaje de campos de cereal ofrece un paseo renacentista por su casco urbano disfrutando del castillo, el palacio de los condes, con su fachada plateresca, y la iglesia de San Miguel cuyo retablo fue diseñado por Juan de Juni, un escultor de pasiones sagradas y de gran realismo dramático.

Por carretera y en vehículo propio la autovía del Noroeste (A-6) es la vía recomendada para cubrir los 330 kilómetros que separan León de Madrid. Los 350 kilómetros entre León y A Coruña, requieren de las carreteras AP-66, A-8, A-6 y AP-9 para llegar en 3.30 horas. Desde Santiago de Compostela son 320 kilómetros los que hay que recorrer por la AP-53, A-54, A-6 y AP-66 en 3 horas aproximadamente.

El aeropuerto de la ciudad de León posee vuelos frecuentes que conectan con las ciudades de Barcelona y Palma de Mallorca, aparte de ofrecer otras rutas menos frecuentes con Ibiza y Las Palmas de Gran Canaria. A su vez está conectado con ciudades europeas como Roma, Viena, Bruselas, Faro, Liverpool, Milán, Múnich, Liubliana y París.

Desde Madrid el transporte público más rápido es el tren. Los servicios de trenes AVE y Alvia conectan con León en 2 – 2.30 horas. En autobús la empresa ALSA tiene salidas frecuentes desde la madrileña estación Sur que requieren 4 horas para acceder a León.

Desde las ciudades gallegas de A Coruña, Santiago de Compostela y Ourense hay trenes directos a León que tardan 4.30, 4 y 3 horas respectivamente. En autobuses de las empresas ALSA y Monbus la conexión también es directa desde dichas ciudades con duración de 5, 4.30 y 3 horas respectivamente.

Las estaciones de tren y de autobuses de León se encuentran apenas a 10 minutos a pie del casco histórico y bien comunicadas con el centro de la ciudad.

Entre piedras milenarias y el bullicio de los bares de tapeo y restaurantes, la ciudad de León, que no en vano ostentó el título de Capital Española de la Gastronomía en 2018, se saborea a cada paso. En sus calles empedradas, al cruzar el umbral de mesones y tabernas se despliega una sugerente invitación a disfrutar de los sabores rotundos que enriquecen sus recetas tradicionales.

Desde su gastronomía en miniatura saboreada en las creativas tapas leonesas; las tablas de quesos y embutidos; las patatas picantes; y las sopas de trucha, pescado cocinado en salsa lo que le aporta jugosidad y un sabor excepcional. En la mesa leonesa también destaca la tortilla guisada que es una variedad de la tortilla española elaborada con una salsa que le confiere un sabor exclusivo. Para el paladar viajero resultan inolvidables las tapas del papón, así conocidas las cazuelas de garbanzos y espinacas que se degustan en Semana Santa acompañadas de la limonada tradicional.

A sus ricos platos de cuchara se suma una gastronomía de vanguardia, presentada por sus restaurantes con estrella Michelín que, con nuevas técnicas reinventan los sabores tradicionales.

Por su magnífica ubicación, como encrucijada de caminos, los platos que ofrece la ciudad de León también abarcan sabores de las montañas y de la meseta con el  botillo del Bierzo, el cocido maragato o las sopas de ajo, elaboradas con pan duro, pimentón, ajo y huevo, que solazan al viajero tanto como lo hacían con los comerciantes y peregrinos al culminar la jornada.

A humo sabe la cecina de León, gracias a la técnica de ahumado con que se cura la carne de vaca. La mejor manera de probarla es en láminas finas que, acompañadas del aceite de oliva y de una tierna rebanada de pan de hogaza, la convierten en un bocado leonés delicioso que se deshace en el paladar.

Al llegar a los postres, a las elaboraciones caseras leonesas como el arroz con leche se suman delicias elaboradas por manos artesanas como las canelas de León o la tarta de San Marcos local para acabar con un ronchito, caramelo típico de la ciudad.

Comer en León es una experiencia gastronómica que toca el alma y acaba convirtiéndola en una experiencia por la que merece visitar exclusivamente la ciudad. Para hacerlo según la tradición no hay que levantarse de la mesa sin un digestivo como el licor de hierbas de la tierra: orujo macerado con hierbas secretas combinadas por monjes, entre las que se distinguen tomillo y romero, rescata un sabor medieval para completar la experiencia sensorial.

Probar éstas y otras tantas delicias leonesas como las tapas invita a conocer el Barrio Húmedo y el ambiente más popular de sus tabernas centenarias con fachada de piedra repartidas por callejuelas empedradas entre la catedral y la Plaza Mayor con calles típicas como la de Azabachería y la plaza de San Martín.

En su interior, maderas abrillantadas por el paso del tiempo acompañan la alegría del encuentro social. Es una ruta vibrante que resulta un ritual entre bocados de morcilla de León con pimentón y chorizo de León ahumado o en tortilla, entre otros bocados deliciosos, que a buen seguro suma una divertida experiencia gastronómica a nuestros recuerdos viajeros.

No olvides que las tapas son gratuitas y se sirven como acompañamiento de la bebida. Bebe despacio, camina y disfruta del barrio y sus bonitos rincones como el mural de los Peregrinos que homenajea a los caminantes compostelanos; y si tu visita a León coincide con la fiesta de San Juan y San Pedro, en junio, disfruta de la festividad entre música y hogueras como los locales.

Acabarás irremediablemente enamorado de León cuando descubras el encanto del Barrio Romántico. Pasea entre la riqueza patrimonial que rodea la majestuosa plaza de San Marcelo y el imponente palacio de los Guzmanes, y déjate seducir por la atmósfera de siglos pasados. La calle del Cid, envuelta en leyendas, te invita a descubrir sus locales llenos de vida, donde cada rincón esconde una historia.

Si estás enamorado la ciudad te ofrece rincones para grabar memorias imborrables con tu visita. Si no es así, ten cuidado, León te robará el corazón. Sus rincones secretos y su belleza te conquistarán. Y cuando creas que ya lo has visto todo, asómate a una de las terrazas de sus establecimientos hosteleros: contemplarás una vista de ensueño de la catedral; una panorámica que dejará grabada las experiencias de A-Roma en tu memoria para siempre.

Tu descanso en León está asegurado con experiencias exclusivas que te harán reponer fuerzas ya sea mirando al pasado romano, medieval o en un ambiente más moderno y de hospitalidad con mimo al estilo boutique. Desde las posadas y albergues con alma abierta de peregrino y caminante, a casas solariegas con patios secretos junto a la catedral.

Te esperan lugares de leyenda como el parador de turismo de San Marcos, un monasterio renacentista del siglo XVI. También podrás dormir en las proximidades de vestigios romanos y el arte románico de la Real Colegiata de San Isidoro. Ya sea en la ciudad o en sus inmediaciones contamos con el lugar idóneo para vivir León [link al portal de reservas] y hacerte sentir un rey, contagiarte de la fuerza legionaria o encontrar la inspiración espiritual.

Despierta en una posada cimentada sobre piedras romanas o en una cama con dosel y prepárate para pisar las mismas losas por las que transitaron los legionarios. No te preocupes por horarios y rutas. Deja que te guiemos.

Desde A-Roma crearemos una experiencia a la medida de tus deseos, donde cada detalle de tu jornada se impregnará de esencia romana Si estás preparado para un viejo único, personal y lleno de sorpresas no sigas itinerarios… Sigue por aquí para hacerlo realidad [link al portal de reservas].

La visita del Centro de Interpretación del León romano recrea la importancia de la presencia de las legiones para el nacimiento de la ciudad. El espacio museístico, orientado sobre diferentes aspectos de la antigua Roma confiere especial dimensión a las legiones que fundaron la urbe. Asimismo, exhibe una maqueta del campamento de la Legio VII Gemina y el barracón que acogía a un contubernium o unidad más pequeña del ejército romano, formada por ocho legionarios y un mando o decanus.

El acceso al centro es completamente gratuito, así que no hay excusas para no visitarlo. Se encuentra en la casona de Puerta Castillo, un antiguo hospicio leonés ubicado en la plaza Puerta Castillo, en pleno corazón de la ciudad.

Así que ya sabes, organiza tu visita con ayuda del centro para disfrutar de León, la ciudad que ha salvaguardado el honor y espíritu castrense dos milenios.

HORARIOS DE APERTURA:
Lunes a viernes: de 10:00 a 21:00 h
Sábados: de 10:00 a 14:00 h y de 17:00 a 20:00 h
Domingos y festivos: de 10:00 a 14:00 h

DÍAS DE CIERRE:
24, 25 y 31 de diciembre, además del 6 de enero.

PRECIO ENTRADA:
GRATUITA

Despierta en una posada cimentada sobre piedras romanas o en una cama con dosel y prepárate para pisar las mismas losas por las que transitaron los legionarios.

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