Orpheus, la villa romana bajoimperial donde aún resuena la lira
El lujo de la villa romana de Orpheus, situada en el centro del pueblo de Camarzana de Tera (Zamora), te va a fascinar porque ha mantenido su historia viva. Es un tesoro arqueológico oculto durante siglos bajo la tierra, incluso extendida bajo la carretera N-525 que atraviesa el pueblo y conecta con Zamora.



Esta suntuosa villa tardorromana, situada en el fértil valle del río Tera y habitada entre los siglos II y IV d.C., asombra a quien la contempla por la belleza y el simbolismo que reúnen sus mosaicos. Además de su abundancia, suman calidad y valor artístico e histórico, lo que posiciona al yacimiento arqueológico como uno de los más sofisticados enclaves de la red patrimonial A-Roma.
Los mosaicos componen un poema en piedra, como alfombras petrificadas que narran historias en piedra y color. Cobran vida a través de las minúsculas teselas de mármol, vidrio y cerámica. Un universo decorativo de gran refinamiento para crear impresionantes escenas geométricas hipnóticas y figurativas. Representan el gusto, cultura y creencias de sus antiguos moradores, como la imponente presencia del enigmático Orfeo, que amansa a las fieras con su música, o una figura de rostro majestuoso, símbolo de la destreza artística y del imaginario cultural de una civilización que dejó su huella para la eternidad.
No perderás detalle de sus diseños pétreos que se extienden como tejidos por sus pavimentos, pues sobre ellos se asoman pasarelas accesibles universales que facilitan recorrer cómodamente sus quince estancias; son parte de la pars urbana o zona residencial donde habitaba el propietario y su familia con todo lujo y comodidades de la época.
La vida y el arte que albergó el valle del Tera durante la presencia de Roma están reflejadas en esta opulenta domus tardorromana. Donde no falta el patio abierto porticado o peristilo (peristylum), alrededor del que se articulaban las diversas dependencias adaptadas al terreno en tres niveles. Se distingue el salón de banquetes (triclinium) y el salón principal (oecus) donde se desarrollaban las reuniones con los invitados más ilustres de la élite local y los rituales en el más íntimo ámbito familiar.
En un solar contiguo, actualmente inaccesible al público, se identificaron diversas dependencias adicionales de la villa, vinculadas específicamente a las funciones culinarias y de almacenamiento. Sus dimensiones más reducidas y el ser espacios edificados con muros de menor solidez y pavimentos de arcilla compactada o ladrillo, denotan su carácter funcional como ámbitos destinados a las tareas domésticas esenciales, reflejando la cotidianidad de la vida en la villa.
La vivienda romana se construyó junto al castro prehistórico de Camarzana de Tera, localidad que ha estado poblada desde la Edad del Hierro. Con su emplazamiento la villa también gozó de una posición estratégica comercial al hallarse junto a la vía romana que conectaba Asturica Augusta (Astorga) [link interno] con Bracara Augusta (Braga).
Al pisar el yacimiento, penetramos en el espacio arquitectónico de una de las villas tardorromanas más emblemáticas del noroeste peninsular; mientras, a su alrededor, un espacio museístico moderno y respetuoso con el legado original preservado hasta nuestros días nos acoge, invitando a sentir un viaje artístico, comercial y espiritual por A-Roma.
Orpheus, el mosaico más simbólico de la villa
Ubicado en el salón principal (triclinium), el espacio destinado a los eventos públicos más importantes que organizaba el propietario, es el mosaico más sobresaliente de la villa. En su escena central representa a Orfeo, un músico y poeta mítico en la tradición griega cuya leyenda se perpetuó entre la élite rural romana.
Rodean al personaje una cohorte de animales (perro, toro, felino y aves), lo que justifica la extraordinaria capacidad del músico de amansar la fiereza de los animales solo con el sonido armónico que surgía de las cuerdas de su lira. Este hecho mitológico sirvió al dominus (propietario) para destacar su prestigio y cultura, alineando ese mismo control que expone la escena del mosaico con la capacidad de la civilización romana para controlar el territorio y la naturaleza.
La vivienda de un hispanorromano amante de los caballos
En el corazón de la villa, la enigmática narración visual del mosaico de Orpheus aparece rodeada por ocho cartelas. Mientras que en algunas son representadas escenas de caza que desvelan la destreza de los jinetes cabalgando tras felinos ágiles y fieros simbolizando el dominio sobre los animales salvajes de la naturaleza. En las cuatro esquinas del mosaico se muestran caballos, nobles y poderosos, con sus nombres inscritos en las teselas; lo que parece indicar un reconocimiento a su linaje y valor.
Es por ello que algunos historiadores han planteado la hipótesis de que el dueño de esta villa no solo era un aristócrata alejado de la urbe, sino un comerciante de caballos de carreras, un hombre inmerso en el prestigioso mundo ecuestre del Bajo Imperio romano. Esta teoría se apoya en un fenómeno recurrente en las villas rurales de la época: su transformación de centros agrícolas y ganaderos en lujosas residencias que ya no respondían a la necesidad del autoabastecimiento, sino que se erigían como símbolos de poder y jerarquización de Roma.
La villa, entonces, no era solo un hogar, sino un emblema de estatus, un espacio de recreo y ostentación donde el refinamiento arquitectónico y la riqueza iconográfica de los mosaicos que cubrían sus pavimentos evocaban la grandeza de su propietario. Más que un lugar habitado, se convertía en una expresión material del sistema social imperante durante el Bajo Imperio (desde el año 284 al 476 d.C.) que consolidaba su dominio a través del paisaje y la magnificencia en la ocupación del territorio.
El rostro enigmático en la villa de Orpheus
En una de las estancias de la villa, situada al sur del oecus, se distingue un excepcional mosaico con la figura de una mujer joven de tamaño real que algunos investigadores asignan a Ariadna, la legendaria princesa de Creta víctima del amor y la traición. Fue abandonada por Teseo, después de ayudarle a vencer al Minotauro, mientras dormía en Naxos, isla donde la halló Dioniso, el dios del vino y la celebración, y la convirtió en su esposa, elevándola a diosa del Olimpo griego.
Si bien, el mosaico no se ha conservado plenamente, gracias a las teselas que se han mantenido en el lugar es posible apreciar la fineza en su excelente elaboración con gradaciones cromáticas que ayudan a matizar los rasgos, la expresión y postura del rostro.
Se dispone con los ojos cerrados, boca delicada en actitud silenciosa y nariz pequeña. Está coronada con una melena trenzada de manera simétrica a ambos lados de la cabeza, al estilo de la moda sofisticada bajo imperial. Se apoya sobre la mano derecha en actitud somnolienta, relajada y serena.
Los tonos de las teselas que lucen en sus hombros: anaranjados en el derecho y azulados en el izquierdo, indican que la joven portaba un vestido sin mangas largas sujeto con fíbulas o broches en la zona del pecho. El hombro que luce las tonalidades azules con matices púrpuras señala un tejido brillante empleado por las clases sociales más altas.
En la mano derecha, levantada hacia la cabeza, mediante las tonalidades amarillas empleadas en las teselas, se ven dos pulseras doradas. Asimismo la joven luce unos largos pendientes en los lóbulos de sus orejas y un colgante en su cuello que culmina en un gran medallón.
El rapto de Europa del salón de gala
En el corazón del oecus, el majestuoso salón de representación y gala, se despliega un mosaico de excepcional belleza que domina el pavimento central, atrapando la mirada con su riqueza iconográfica. Esta obra, una de las más sobresalientes de la villa, se encuentra enmarcada por elegantes cenefas que guían la contemplación hacia su escena principal: el rapto de Europa.
En el centro de la composición, una figura humana sostiene con firmeza las riendas de un toro, conteniendo su imparable energía. Este animal, símbolo totémico de Creta, representa a Zeus, el dios que, adoptando la forma de la poderosa bestia, arrebata a Europa y la conduce sobre las aguas hacia su nuevo destino. La joven, envuelta en una túnica que ondea con el viento, encarna la tensión entre lo divino y lo mortal, en un instante capturado para la eternidad.
La riqueza cromática y el refinamiento en la disposición de las teselas confieren al mosaico una calidad excepcional, realzada por la presencia de figuras geométricas y seres marinos que adornan sus cenefas perimetrales. Este elaborado conjunto no solo exalta el virtuosismo artístico, sino que también refleja el alto estatus de la villa en el Bajo Imperio romano, un tiempo donde las residencias aristocráticas rurales trascendían la mera funcionalidad para convertirse en escenarios de ostentación, poder y simbiosis cultural con el territorio.
Aula Arqueológica de la villa de Orpheus
El Aula Arqueológica de Camarzana de Tera ofrece una experiencia inmersiva para comprender la magnitud y esplendor de la villa romana de Orpheus. Ubicada en el edificio de la Casa Consistorial, esta aula complementa la visita al yacimiento con sus recursos didácticos y expositivos que ayudan al visitante a situarse en el momento histórico y el contexto social que se vivió en la villa.
Uno de los elementos más destacados que exhibe es la maqueta de la villa. Recrea su estructura original, mostrando la disposición de sus estancias y el trazado del patio porticado. Esta representación ayuda a visualizar cómo era la residencia en su época de esplendor, cuando servía como un enclave de lujo y ostentación para la élite romana rural.
Sitios de interés próximos
El paseo por Camarzana de Tera desvela otros atractivos de la villa romana como el descubrir algunas de sus piedras reutilizadas en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. La tradición ganadera del valle tiene un emblema en el antiguo potro de herrar vacas y caballos que hoy luce restaurado.
Los milenarios caminos de Roma en Hispania nos llevan hasta la ermita de San Juanico el Nuevo, en cuyas inmediaciones se hallan canteras y terraplenes en los taludes del río Tera que indican su vínculo al paso de la calzada romana que enlazó Asturica Augusta (Astorga) con Bracara Augusta (Braga), vía reconocida en los Itinerarios de Antonino (XVII) por Hispania.
Entre los atractivos de las pequeñas localidades integradas en Camarzana de Tera, destacan la iglesia parroquial de Cabañas de Tera, templo en ruinas al que acudían cada año en romería los vecinos de la comarca para homenajear a Santa Bárbara.
Hasta el cercano pueblo de Santa Marta de Tera (apenas a 5 kilómetros de la villa) hay que llegar para situarnos ante una joya del románico situada en pleno trazado del Camino Sanabrés (o Mozárabe-Sanabrés) del Camino de Santiago, una histórica ruta que conecta la Vía de la Plata con Santiago de Compostela. La iglesia (finales del siglo XI) de bonitos capiteles románicos, situada junto al monasterio, alberga el famoso «Cristo del Solsticio», así denominado porque durante cada equinoccio (dos veces al año: 21 de marzo y 23 de septiembre) un rayo de luz ilumina el capitel donde se halla, a la izquierda del ábside.
La villa romana de Orpheus se localiza a 10 kilómetros del campamento romano Petavonium [link interno]. El campamento (castrum) legionario que Roma estableció entre las localidades zamoranas de San Pedro de la Viña, Rosinos de Vidriales y Santibáñez de Vidriales para reforzar estratégicamente la maquinaria militar de Roma en en noroeste de Hispania y, a la vez, vigilaba en transporte del oro extraído en Las Médulas.
Melgar de Tera, aparte de un cruce de civilizaciones, es un lugar de naturaleza amable que invita a caminar a orillas del río, entre choperas y fresnedas. Junto a su vecino el pueblo de Pumarejo de Tera se integran, al norte de Zamora, en la comarca de Benavente y Los Valles desde el siglo XIX, ya que antes pertenecían al reino leonés. Entre sus vestigios más admirados está su peculiar molino harinero, una alianza del trigo y el agua, que llegó a hacer funcionar simultáneamente tres muelas.
Lo más llamativo del trazado urbano de Pumarejo de Tera es su moderna iglesia de piedra, obra del arquitecto Miguel Fisac que fue construida por el esfuerzo vecinal en 73 días durante el año 1985. Tras el derrumbe de la cubierta de la antigua iglesia parroquial conservó la espadaña, la misma que hoy luce el templo que los vecinos levantaron con sus propias manos, mediante la «facendera». Actividad en la que todo el pueblo, a falta de profesionales constructores en la zona, aporta su trabajo para lograr un fin común como construir la nueva iglesia parroquial. Hoy como antaño sigue encomendada a Santiago Apóstol. Mientras que la portada románica del templo se trasladó al acceso del cementerio municipal.
A 8,9 kilómetros, en Santibáñez de Tera, dan ganas de echarse a la senda de los Monjes, así conocida la ruta empedrada que seguían los religiosos del monasterio de San Martín de Castañeda para pescar en el lago de Sanabria. Discurre, entre molinos harineros y viejos puentes romanos, junto al río y bajo la imponencia vegetal del bosque de ribera.
Estamos en pleno parque natural de Sanabria, y llegar al enclave histórico de Ribadelago Viejo, casi en la misma orilla del lago de Sanabria, es recorrer el imponente cañón del Tera entre barrancos, saltos de agua, pozas y torrentes.
El lago de Sanabria es el mayor lago glaciar de la península Ibérica. Sus aguas cristalinas resaltan envueltas de robles y ribazos de arenas que conforman playas naturales. Un entorno idóneo para los amantes del senderismo y la observación de aves acuáticas. Para informarse de todas las posibilidades que ofrece la extraordinaria naturaleza del espacio natural conviene visitar la Casa del Parque en las inmediaciones de Rabanillo-Galende.
Desplazarse hasta Benavente, capital de los Valles situada 32 kilómetros de Camarzana de Tera, es entrar en un enclave estratégico desde la Edad Media, cuando jugó un papel esencial entre los reinos de León y Castilla al consolidar su unión mediante la firma de la Concordia de Benavente (año 1230) bajo el reinado del monarca Fernando III el Santo.
La huella más significativa de su pasado monumental es la torre del Caracol, así denominada la única parte en pie del castillo de la Mota, donde residieron los condes de Benavente de la Casa Pimentel cuyos escudos veremos en los motivos decorativos de los muros en planta cuadrada de la torre junto al artesonado mudéjar que la ensalza y que proviene del convento desaparecido de San Román del Valle.
El castillo del Alba, en la población homónima, se halla a 38 kilómetros de la villa romana de Orpheus. Es una imponente fortaleza en ruinas del siglo X situada sobre un antiguo castro vetón. Jugó un importante papel estratégico fronterizo en las guerras entre Portugal y Castilla. Esconde leyendas de amor entre musulmanes y cristianos, y hoy, aunque no luce su imponencia defensiva por la presencia de la presa de Ricobayo, sigue asomado a una panorámica extraordinaria de los montes de Aliste.
Hacia el suroeste habremos de recorrer 38 kilómetros para divisar las lagunas de Villafáfila, un humedal de importancia internacional que reúne una de las mayores colonias de aves esteparias de Europa, como las llamativas avutardas. Sus observatorios ornitológicos son una cita obligada para aficionados naturalistas procedentes de cualquier rincón europeo.
Mirando hacia tierras gallegas, encaramado sobre el río Tera, se alza Puebla de Sanabria, un pueblo medieval amurallado con casas blasonadas en sus calles empedradas y la iglesia románica de Nuestra Señora del Azogue. Sobre el conjunto histórico asoma el castillo del siglo XV, construido por los condes de Benavente, que sigue vigilando el horizonte como testigo de luchas entre reinos, cuando Juana la Loca cruzó su umbral de piedra. El mejor lugar de su entorno para abarcar el valle del Tera es el mirador del tío Urrutia.
Cómo llegar a la villa romana de Orpheus
Desde Madrid (300 kilómetros y 3,10 horas) se toma la A-6 (autovía del Noroeste) en dirección A Coruña hasta Benavente, donde se sigue por la A-52 (autovía de las Rías Bajas) en dirección Ourense en la que se toma la salida 29 a Camarzana de Tera.
Desde Valladolid (150 kilómetros y 1,40 horas) se accede por la A-6 hasta Benavente y después se siguen las mismas indicaciones que desde Madrid. Desde León (130 kilómetros y 1,30 horas) se toma la AP-71 o N-630 hasta Benavente y continúa como se ha descrito.
Si se parte de la ciudad de Zamora (45 kilómetros y 40 minutos) hay que tomar la N-631 hasta Camarzana de Tera.
Desde Salamanca (170 kilómetros y 2 horas) la A-66 conduce hasta Benavente, donde se continúa por la A-52 hasta la salida de Camarzana de Tera.
Desde Astorga en León (85 kilómetros y 1 hora) se toma la A-6 en dirección a Benavente y luego la A-52 que se abandona en la salida 29 a Camarzana de Tera.
Desde Ourense (150 kilómetros y 1,50 horas) hay que seguir la A-52 en dirección a Benavente y desviarse en Camarzana de Tera.
Si se proviene de Vigo (240 kilómetros y 2,40 horas) hay que seguir la AP-9, continuar por la AG-53 para enlazar con la A-52 y realizar el mismo trayecto descrito desde Ourense.
El acceso en transporte público desde la ciudad de Zamora se hace en autobús (Linecar) que conecta con Puebla de Sanabria y tiene parada en Camarzana de Tera.
Desde Benavente también se puede acceder en autobús (Linecar) que conecta con Puebla de Sanabria y tiene parada en Camarzana de Tera.
En Astorga se puede tomar el autobús (ALSA y Linecar) hasta Benavente y luego tomar el autobús anteriormente mencionado. También se puede llegar en tren desde Astorga a Zamora y luego tomar el autobús con parada en Camarzana de Tera.
Desde León el tren o el autobús (ALSA) conducen hasta Benavente donde se toma la opción mencionada para llegar a Camarzana de Tera.
Si se proviene de Ourense la mejor opción es llegar en tren hasta Zamora y conectar con dicha línea de autobús hasta Camarzana de Tera.
Desde Madrid (estación Chamartín) la opción más idónea es el tren hasta Zamora y después tomar el autobús hasta el citado núcleo rural.
Dónde y qué comer
En Camarzana de Tera, la cocina es un reflejo de la tierra, la tradición y el saber hacer de generaciones. Aquí, los platos no solo alimentan el cuerpo, sino que cuentan historias de inviernos fríos, matanzas familiares y romerías llenas de sabor.
Alimentos imprescindibles de la mesa local son los embutidos y productos de matanza como el jamón curado, el chorizo ahumado y el salchichón artesanal. Una tradición campesina de sabores intensos cuyos sabores se degustan intensos con tierno pan hecho con cereales de la zona en horno de leña o convertidos en guisos y tapas con el toque de lo bien hecho de una cocina con carácter. Los acompañan los quesos locales, elaborados en pequeñas ganaderías familiares.
Los vinos de la zona no cuentan con Denominación de Orígen pero son igual de atractivos, con sus sabores jóvenes y producciones ecológicas, que sorprenden al más aficionado. En el postre no ha de faltar el orujo local, elaborado en una bodega familiar que lleva décadas perfeccionando el arte de los licores y destacando a Camarzana por ello.
La huerta es generosa y diversa, y los pimientos de Benavente un auténtico emblema culinario elaborado con un sinfín de técnicas como asado, fritos o en conserva. De hecho cada año, en el mes de septiembre, protagonizan la feria comarcal del Pimiento. De Benavente también proceden los huevos con farinato, un plato típico donde destaca el «farinato», un embutido local elaborado con miga de pan, grasa de cerdo y especias, que se fríe al igual que los huevos.
Con el cereal producido en estas tierras se elabora un pan artesano que conserva en su esencia el calor del horneado de cada día. Mientras que las legumbres zamoranas, como los garbanzos de Fuentesaúco, son tiernas y finas, ideales para ser protagonistas de cocidos y guisos tradicionales.
Las truchas de los ríos Órbigo y Tera, ríos trucheros por excelencia de las provincias zamorana y leonesa, son sabores que hacen las delicias a la mesa desde la presencia romana.
Para el final de nuestra experiencia gastronómica quedan dulces bocados de la tierra como la tarta del Císter, elaborada a base de almendras, la tarta capuchina, los feos y las rosquillas de trancalapuerta. Entre los postres también gusta probar los cuscarones, elaborados con harina de trigo, manteca de cerdo y miel, antaño eran un contundente desayuno de campo y hoy son un delicioso bocado caliente que reconforta en cuerpo y alma.
Si ya has abierto el apetito para sentarte a la mesa como un rico propietario de villa romana, déjate envolver por los aromas ancestrales y las mejores recetas [link interno].
Dónde dormir
Un descanso en el valle del Tera, está garantizado frente a estos paisajes que han guardado la huella de la opulencia de la vida rural romana.
Duerme como un aristócrata hispanorromano y deja que el tiempo se detenga en sus casas rurales, donde los pasos tranquilos evocan antiguos moradores, y en antiguas casonas restauradas con esmero e incluyendo el confort que nos gusta disfrutar hoy.
Los hoteles tienen alma, tal vez por ser alojamientos familiares o quizás por la hospitalidad con la que te reciben como a un viejo amigo… Cada rincón para descansar respira autenticidad, tal vez porque evocan la herencia de una tierra marcada por el paso del Imperio.
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No tendrás que descifrar inscripciones latinas ni interpretar augurios, sino pasear por los mismos mosaicos donde aún parece resonar la mitológica lira de Orfeo. Abre la puerta a un mundo de refinamiento en el que te hemos preparado los honores que merece un huésped de honor. [link interno]
Nuestros sitios
Astorga romana
Asturica Augusta fue una de las grandes ciudades romanas del noroeste. Hoy conserva su foro, termas y murallas, testigos del esplendor que vivió bajo el Imperio.
El Vergel
Desde los albores del siglo I d.C., la romanización fue transformando el territorio de Ávila (Abula), dotándolo de una nueva identidad agrícola y social, desde donde la tenacidad romana desplegó su ingenio para optimizar el paisaje rural.
Las Médulas
Patrimonio de la Humanidad, este paisaje único fue moldeado por la minería romana en su búsueda de oro. Con sus formaciones de tierra roja, es un impresionante legado de la ingeniría romana.
León romano
Nacida como campamento de la Legio VII, León conserva murallas, termas y huellas romanas que narran su origen militar en la Hispania del Imperio.
Numancia
Durante veinte años, los numantinos enfrentaron con tácticas de guerrilla el avance de las legiones romanas, rechazando cada ataque con una firmeza que daría lugar a la expresión «resistencia numantina».
Petavonium
En el valle del Vidriales, el campamento romano de Petavonium fue clave para controlar el noroeste peninsular. Hoy, sus restos muestran la vida de una legión en la frontera del Imperio.
Pino del Oro
Enclavado junto al río Duero, este entorno conserva restos de una antigua explotación aurífera romana. Naturaleza y arqueología se unen en un paisaje marcado por la búsqueda del oro.
Santa Cruz
Oculta durante siglos bajo campos de cultivo, la villa romana de Santa Cruz salió a la luz en 1972 de manera fortuita, cuando una excavadora desveló parte de sus muros y mosaicos: primeros vestigios de su grandioso pasado.
Villa de Orpheus
Esta villa romana, ubicada en Palencia, destaca por su mosaico de ORfeo, una joya del arte romano. Un testimonio de lujo y simbolismo en la vida rural de la Hispania romana.