Numancia, el gran símbolo de lucha y determinación ante Roma
Sobre el cerro de la Muela, en Garray (Soria), las piedras de Numancia aún guardan el eco de una epopeya que retó a Roma. Aquí, donde la meseta alcanza el perfil montañoso del sistema Ibérico, se levantó una ciudad que, más que un asentamiento, fue un símbolo de resistencia. Durante veinte años, los numantinos enfrentaron con tácticas de guerrilla el avance de las legiones romanas, rechazando cada ataque con una firmeza que daría lugar a la expresión «resistencia numantina».



El sitio definitivo, dirigido por Escipión Emiliano en el verano del 133 a.C., selló el destino de la ciudad. Rodeada por un cerco impenetrable desde siete campamentos estables romanos (fuertes de Apiano) dispuestos en sus inmediaciones y conectados por una muralla de nueve kilómetros y tres metros de alto. La ciudad fue sometida a una hambruna devastadora durante quince meses; pero los numantinos tomaron una última decisión honrosa: antes que la rendición, la muerte. Algunos aceptaron el destino de la esclavitud, pero la mayoría eligió acabar con su propia vida, dejando a Roma una victoria vacía, incapaz de doblegar su espíritu.
Sin embargo, Numancia no solo fue solar de confrontaciones bélicas. Sus raíces se hunden en el siglo VII a.C., cuando sus primeros pobladores levantaron un castro fortificado, aprovechando la riqueza del entorno y practicando la trashumancia con sus rebaños. Con la llegada de los celtíberos en el 350 a.C., la ciudad se transformó: murallas poderosas, cuatro puertas de acceso, torreones de vigilancia… cada piedra dispuesta con precisión para resistir, para proteger un modo de vida.
Con el inicio de la época romana, bajo el reinado de Augusto, Numancia experimentó una nueva etapa de ocupación. La ciudad, que había sido símbolo de resistencia celtíbera, fue repoblada con habitantes celtíberos de localidades cercanas, dando lugar a una segunda fundación. Sin embargo, su historia volvió a teñirse de conflicto durante las guerras sertorianas (82-72 a.C.), cuando apoyó a Quinto Sertorio, el líder rebelde que, desde Clunia, se proclamó procónsul de la Hispania Citerior, desafiando a una República romana en crisis.
En esta fase romana, Numancia se adaptó a los nuevos tiempos con una muralla reforzada con torreones que garantizaba su defensa. La planificación urbana se reorganizó siguiendo un esquema más racional: las viviendas se agruparon en manzanas orientadas de este a oeste, una disposición estratégica para protegerse del viento helado de los inviernos sorianos. Además, las calles, en trazado recto al modo de las ciudades latinas, se diseñaron con tramos escalonados, un ingenioso recurso para cortar la dirección del aire y mejorar la habitabilidad. Sin embargo, a diferencia de otros asentamientos romanizados, Numancia no desarrolló los grandes espacios públicos característicos del urbanismo romano. No se han hallado foros, templos monumentales ni plazas abiertas, lo que sugiere que la ciudad mantuvo una estructura más funcional y adaptada a su entorno.
Cambios que hicieron estable la vida cotidiana en Numancia hasta el siglo III d.C., cuando la actividad urbana comenzó a declinar. En el transcurso del siglo IV, la ciudad probablemente fue abandonada.
Desde entonces, el paso del tiempo resultó implacable. La ciudad, antaño imponente sobre el cerro de la Muela, se fue desdibujando hasta el punto de perderse su ubicación exacta. No fue hasta 1906, cuando las primeras excavaciones arqueológicas comenzaron a devolverle su identidad. Desde entonces, los trabajos arqueológicos no han cesado, convirtiendo el yacimiento en una fuente soberbia de información sobre el mundo celtíbero. Entre los hallazgos más significativos destacan las numerosas cerámicas decoradas descubiertas; piezas de gran valor que revelan aspectos esenciales de la vida cotidiana y las creencias de sus antiguos habitantes.
Hoy, Numancia sigue desvelando sorpresas, permitiendo a arqueólogos y visitantes reconstruir la historia de una ciudad que desafió a Roma y dejó una huella imborrable en la memoria de la península. Con A-Roma hacemos más que deambular entre sus restos, conoceremos una historia de tenacidad. Vamos a sentir la fuerza de quienes se negaron a someterse y hasta el viento que hoy se respira en sus ruinas parece querer susurrar los secretos de Numancia.
Muralla y puerta norte
La ciudad de Numancia estaba protegida por una muralla imponente, diseñada estratégicamente para garantizar su defensa frente a los ataques enemigos. Esta estructura, que rodeaba completamente el asentamiento, contaba con cuatro puertas de acceso, dispuestas en los puntos cardinales, lo que facilitaba la organización del tránsito y la vigilancia de los accesos a través de la misma.
Uno de los elementos más destacados de esta fortificación es la puerta norte, cuya reconstrucción permite comprender mejor la estructura defensiva de la época. Esta entrada estaba flanqueada por dos torres cuadradas, construidas con una estructura de madera que reforzaba su resistencia.
La muralla, fundamentada en una base de piedra de 4 metros y 3,5 metros de altura, se eleva robusta y funcional con sus grandes piedras, apenas trabajadas, y su interior relleno con piedras más pequeñas y tierra. Una demostrada técnica que aseguraba estabilidad y a la vez ofrecía resistencia. Sobre esta base se alza un parapeto estrecho, de 1,5 metros de altura, elaborado con adobe y postes de madera, dejando sobre él un pasillo de ronda o adarve, desde donde los defensores podían vigilar y reaccionar ante posibles incursiones.
Para reforzar la seguridad, la muralla estaba equipada con torres rectangulares de mayor altura, dispuestas a intervalos de 30 metros, lo que permitía una vigilancia continua y una mejor defensa del perímetro. Desde lo alto de la muralla, hoy como entonces se aprecia el control territorial que los numantinos mantenían gracias a una posición tan estratégica.
La disposición de la puerta norte no era casual. Su ubicación representaba el acceso más sencillo a la ciudad, como lo demuestra el trazado de la carretera actual, que sigue el mismo recorrido. Este punto de entrada servía como referencia del límite urbano, marcando la transición entre el interior de la ciudad y el territorio circundante. Además, la planificación urbana de la ciudad se organizaba en torno a la muralla, con calles dispuestas de manera estratégica, y con detalles expertos como disponer de la calle de ronda anexa a la muralla, una vía que facilitaba el movimiento de los habitantes y la respuesta rápida ante posibles ataques.
Este sistema defensivo refleja el grado de planificación estratégica desarrollado por los celtíberos en su sistema defensivo; adaptaron sus construcciones a las necesidades de mantener un extenso control visual del territorio, estar listos para el combate y proteger a su comunidad.
La sofisticación romana del agua también llegó a Numancia
En el corazón del yacimiento de Numancia, sobre los vestigios de su pasado romano, se alza el monumento inacabado a los héroes numantinos, una obra iniciada en 1842 que nunca llegó a completarse. Lo que pocos saben es que su base descansa sobre los restos de una sala de baños calientes que formaba parte de unas pequeñas termas de la ciudad en época romana.
Las excavaciones han revelado detalles fascinantes de este espacio termal. En la base del monumento aún pueden apreciarse los orificios para el paso de aire caliente, un ingenioso sistema que permitía la circulación del calor a través de cámaras subterráneas y espacios libres bajo los suelos elevados. Este mecanismo, junto con los apliques en las paredes, generaba un ambiente similar al de una sauna, proporcionando el confort termal.
A la izquierda del conjunto, a ras del suelo, se distingue un estrecho canal, diseñado para conducir el agua sobrante hacia el desagüe central de la calle, un testimonio de la avanzada planificación hidráulica romana. Este tipo de estructuras no solo reflejan la influencia de la técnica y conocimientos romanos en Numancia, sino que también nos permiten imaginar la vida cotidiana y sus aspectos más refinados en la ciudad tras su integración en el mundo romano.
Señas de identidad del urbanismo de Roma
Sobre los cimientos de la antigua ciudad celtibérica, la Numancia romana aportó una nueva identidad, adaptando su trazado original pero incorporando mejoras propias del urbanismo de Roma. Aunque conservó parte de su esencia indígena, la influencia romana se hizo evidente en la reorganización de sus espacios y en la construcción de edificios de mayor envergadura.
Uno de los ejemplos más notables es un gran edificio situado en la zona central de la ciudad, que ocupa toda una manzana y se distingue por su doble altura. Sus estancias se distribuyen en torno a un patio central porticado, del que aún pueden apreciarse las bases de las columnas, testigos silenciosos de su monumentalidad. La disposición de este edificio sugiere que pudo haber sido un centro administrativo, un espacio destinado a la gestión de la ciudad y sus asuntos públicos, siguiendo el modelo de otras urbes romanizadas.
Pero la transformación de Numancia no se limitó a la arquitectura monumental. Las habilidades técnicas romanas también dejaron huella en la infraestructura sanitaria, con la construcción de desagües para la evacuación de aguas residuales. A la derecha de este edificio público, se ha identificado un canal de drenaje, cuidadosamente encauzado y cubierto por lajas de piedra, que aprovechaba la pendiente natural del terreno para dirigir los vertidos fuera de la ciudad. Este sistema, además de garantizar la higiene urbana, refleja el avanzado conocimiento romano en la gestión del agua, un aspecto clave en la planificación de sus asentamientos.
Garantía de agua frente al clima soriano
En Numancia, la gestión del agua era un aspecto clave en la planificación urbana, reflejando el ingenio de sus habitantes para garantizar su abastecimiento. La ciudad contaba con un sistema de aljibes y depósitos, excavados en el subsuelo arcilloso, cuya composición les otorgaba una impermeabilidad natural, evitando la filtración del agua y, a la vez, aseguraba su conservación.
Estos depósitos, de forma circular o cuadrada, se distribuían estratégicamente en los patios de las casas para uso privado, así se empleó el aljibe rectangular, ubicado en el patio de una casa particular que cuenta con una escalera de peldaños de piedra; descendía hasta el nivel del agua, asegurando su acceso incluso en épocas de escasez.
Otros depósitos de agua se ubicaban en las esquinas de las manzanas y estaban destinados al abastecimiento comunal. Un ejemplo notable es el aljibe situado en una encrucijada de calles, que aún conserva el canalillo de encauzamiento para dirigir el agua de lluvia hacia su interior. Además, en el centro de las calles también se colocaban grandes piedras, que permitían a los habitantes cruzar de una acera a otra sin riesgo de enfangarse, dado que los desagües de las viviendas desembocaban en las calles, facilitando la evacuación de aguas residuales.
La vida en una casa romana de Numancia
Las dos ciudades superpuestas de Numancia son el reflejo de la evolución del asentamiento a lo largo de los siglos. La primera, de época celtibérica, se caracterizaba por una arquitectura funcional y adaptada al entorno, mientras que la segunda, de época romana, introdujo modificaciones estructurales que reflejan las mejoras del avanzado urbanismo de Roma.
Por ello hay una casa reconstruida que muestra la vivienda tradicional de la época romana. Destaca por su mayor tamaño en comparación con las viviendas celtibéricas. Su fachada de piedra mostraba solidez, mientras que en el interior las dependencias se repartían mediante muros de base en piedra continuados con estructura recrecida de adobe y recubierta con cal; sistema que resultaba impermeable y a la vez mantenía la temperatura de las estancias. Son innovaciones, junto a sus mayores dimensiones, que se sumaron a elementos tradicionales celtibéricos, como la cubierta vegetal y el uso de piedras poco trabajadas.
El acceso a la vivienda se realizaba a través de un patio abierto o atrio, donde se encontraba un aljibe para la recogida de agua y un horno de pan, esenciales para la vida cotidiana. La puerta de madera, con su cerradura original, daba paso a un vestíbulo, espacio funcional que albergaba molinos de mano y un telar, reflejo de las actividades domésticas y artesanales. Desde aquí, se accedía a la cocina, equipada con la boca del horno, el hogar, una mesa con banco corrido y todo lo necesario para la preparación de los alimentos.
Las habitaciones, organizadas con sencillez, contaban con camas y arcones, elementos fundamentales para el descanso y el almacenamiento. La última estancia de la casa estaba destinada a granero y almacén de herramientas agrícolas. Además estaba conectada, mediante una pequeña puerta, con el corral donde se criaban los animales domésticos, asegurando el abastecimiento de la familia.
Casa celtíbera de Numancia
La vivienda celtibérica de Numancia estaba construida con una base de piedra, sus paredes se elevaban con postes de madera entre los que se levantaba la estructura de adobe, proporcionando estabilidad y aislamiento térmico. La vivienda se remataba con un techo de vigas de madera, cubierto de paja, un material ligero y eficiente para proteger del frío y la humedad.
La vivienda reconstruida en el yacimiento cuenta con planta rectangular, organizada en tres estancias con funciones diferenciadas. En la parte delantera, un espacio dedicado a labores artesanales, donde se realizaban actividades como la molienda de cereal y el tejido de las vestimentas y ropa de hogar. En el suelo, una trampilla daba acceso a la bodega subterránea, un área clave para conservar los alimentos.
La habitación central era el corazón de la vivienda y servía como lugar de reunión familiar. Era a su vez donde se cocinaba, se comía y se dormía en torno al hogar, la fuente de calor y vida doméstica. En la parte trasera, una estancia más pequeña funcionaba como almacén o despensa. Una puerta lateral daba paso al corral, donde los animales se guarecían bajo un pequeño cobertizo.
El urbanismo romano del barrio sur
En el barrio sur de Numancia, las residencias reflejan la influencia del urbanismo romano incorporando elementos arquitectónicos que transformaron la estructura tradicional celtibérica. Una de sus viviendas principales, de la que solo se conservan los restos de su patio porticado, permite imaginar la funcionalidad y estética que adquirió la vivienda durante la presencia romana.
El patio, de forma rectangular, se situaba delante de la casa y cumplía una doble función: por un lado, ofrecía un área protegida mediante un pórtico sostenido por columnas (de las cuales solo quedan dos), que proporcionaban sombra y resguardo frente al sol. Por otro lado, la zona descubierta permitía aprovechar la luz solar, favoreciendo la iluminación y el confort térmico de la vivienda.
Desde este patio, se accedía a la vivienda, ubicada en un nivel más elevado, mediante escaleras de piedra situadas al fondo. Esta disposición facilitaba la circulación y también contribuía a definir los espacios dentro de la casa.
El tejado, característico de la arquitectura romana, estaba construido con grandes tejas planas rectangulares, cuya unión se cubría con tejas curvas que aseguraban la impermeabilidad y la evacuación eficiente del agua de lluvia. Este sistema, ampliamente utilizado en el mundo romano, mejoraba la resistencia de la estructura y optimizaba la protección contra las inclemencias del clima.
La visita de Numancia
El Museo Numantino, ubicado en Soria, es la puerta de entrada a la historia de Numancia, un espacio donde la arqueología revela los secretos de la cultura celtibérica y su evolución bajo el dominio romano. Creado a raíz de las excavaciones en el yacimiento, este museo alberga una impresionante colección de piezas de altísima calidad artística, testimonio de la vida cotidiana, las creencias y la resistencia de los numantinos.
Entre sus tesoros destacan los ajuares funerarios, con vestigios excepcionales en hierro y bronce, que reflejan la importancia de los rituales de enterramiento en la sociedad celtibérica. Las cerámicas decoradas, con representaciones solares, animalísticas y rituales, ofrecen una visión única del simbolismo de la época. Los caballos, considerados el animal totémico de los celtíberos, aparecen con frecuencia en estas piezas, junto con toros y aves, figuras que evocan la conexión entre los numantinos y su entorno natural.
Sitios de interés próximos
La ciudad de Soria es la principal referencia urbana en las inmediaciones de Numancia, ya que este valioso enclave arqueológico se halla apenas a nueve kilómetros de las calles de aire medieval aderezadas de tesoros románicos que enriquecen el trazado urbano soriano.
Para captar sus ritmos nada mejor que situarse en pleno centro, donde la calle peatonal del Collado actúa a modo de dinámico eje urbano y es testigo del quehacer cotidiano de sus habitantes. En sus inmediaciones te va a atrapar la iglesia de San Juan de Rabanera, una joya románica que te dejará boquiabierto por su perfección. Incluso sin ver su portada original (está tapiada en el lado sur) porque luce la de la iglesia de San Nicolás, rescatada de la ruina en el año 1908.
A poca distancia, viajaremos en el tiempo a través de la calle Aduana Vieja a través de las espléndidas fachadas de palacios renacentistas (Río y Salcedo, Castejones, San Clemente, entre otros) aunque finalmente nos detendremos ante una escultura en bronce. Preside la entrada al Instituto Antonio Machado, un edificio de origen jesuítico levantado con las piedras de una iglesia románica aledaña. Fue donde el gran poeta sevillano impartió su cátedra de lengua francesa a los bachilleres. Entra en su aula y déjate llevar por la sensible huella que personaje tan ilustre de nuestras letras dejó en generaciones de sorianos. Al salir del centro prepárate para seguir la ruta de los Lugares Machadianos que te guiará por las huellas más señaladas del poeta en la ciudad.
En esta institución académica también, 13 años después, impartió clases de lengua y literatura el insigne santanderino Gerardo Diego. Hallarás su estatua en la calle el Collado, sentado a una mesa leyendo frente a una silla vacía a la entrada de la Casa de los Poetas. Un espacio expositivo instalado en la tercera planta del casino Círculo Amistad Numancia, que rinde homenaje a los escritores que con sus palabras loaron a Soria (Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado y Gerardo Diego, junto a otros muchos como Miguel de Unamuno o Julio Llamazares). Incluso al acabar este recorrido tan envolvente y literario tenemos la oportunidad de sumar nuestras propias palabras en las ramas del olmo viejo, ese árbol de la ribera fluvial que reverdeció con los versos de Machado. Puedes visitar el museo a tu ritmo o bien dejarte llevar por una visita guiada para no perder detalle. Horario: Lunes 10.30 – 13 h y 17 – 20.30 h. Martes a domingo 10.30 – 20.30 h. Tel. 975 211 164.
Siguiendo las huellas de Machado descubriremos la plaza Mayor presidida por la fuente de los Leones (regalo de Carlos IV a la ciudad) y la iglesia de Nuestra Señora de la Mayor (donde Machado se casó con su querida Leonor, como recuerda su estatua junto al templo), entre otros edificios notables (palacio de Doña Urraca, casa de los Doce Linajes, la del Común). Es donde también asoma el palacio de la Audiencia, edificio neoclásico que anteriormente acogió la sede consistorial, el juzgado y la cárcel real. Hoy es un centro cultural dinamizador de las artes y la escena soriana. Admira la imponencia de su arquitectura sobre la que destaca un reloj de forja que sostiene una gran campana y al que Machado dedicó algunos de su versos más recordados en la ciudad, y tal como cuando fue instalado (en 1862), sigue señalando las horas y remarca el ajetreo en los ritmos locales.
El Museo Numantino es una visita imprescindible durante nuestra estancia soriana no solo por su valiosísima colección de la historia soriana desde el primer poblamiento sino por el sobresaliente testimonio que alberga de las civilizaciones que enriquecieron su cultura como la romana. En sus inmediaciones la iglesia de Santo Domingo es un magnífico templo románico de larga historia y fascinante fachada presidida por un rosetón. Del cuidado del templo se encargan las hermanas clarisas de clausura y de velar porque no llueva en un día de boda, razón por la que los jóvenes casaderos sorianos les regalan huevos; esta comunidad religiosa monta un impresionante nacimiento cada navidad y por ello el Papa Francisco concedió la indulgencia plenaria a quien acuda a esta preciosa iglesia en dicha época.
Después de visitar la concatedral de San Pedro, que conserva junto a su estilo gótico un extraordinario claustro románico de grandes dimensiones y maravillosos capiteles de arenisca repletos de seres fantásticos, motivos vegetales y escenas bíblicas, ha llegado el momento de coronar el cerro donde nació el asentamiento de Soria cuando entremos en el parque del Castillo. Un magnífico mirador urbano, donde entre el verdor vegetal no faltan ambientes de relajación y disfrute vecinal de grandes y pequeños pues cuenta hasta con piscina infantil habilitada en el antiguo aljibe del castillo. Estamos junto al parador de turismo denominado en honor a Antonio Machado, pero también ante las ruinas de la fortaleza urbana como atestiguan los restos de la Torre del Homenaje. Disfruta de las vistas antes de descender y esta vez, sí nos vamos directos al Duero. Esas orillas legendarias conectadas por un puente medieval donde Machado daba sus paseos buscando inspiración.
Un recorrido místico nos espera por la orilla izquierda con vistas al discurrir fluvial gracias al monasterio de San Polo, donde Bécquer situó en su obra personajes legendarios asociados a la tradición templaria de los monjes guerreros que defendían la ciudad. Defensa desempeñada junto al monasterio de San Juan de Duero, situado a 7 kilómetros de Numancia. Este es un testimonio silencioso de la historia medieval, envuelto en el misterio de sus arcos entrelazados y su misteriosa atmósfera que parece invitar a las evocaciones. Un espacio donde la piedra habla, los capiteles esculpidos narran historias de fe y poder, y la luz filtrada entre los arcos crea juegos de sombras que guardan los secretos del pasado. Perteneció a la orden de los Hospitalarios y hoy invita a la contemplación, a perderse en el ritmo pausado de la historia y a imaginar el eco de los pasos monásticos que alguna vez recorrieron su claustro. Lo mismo ocurre en la ermita de San Saturio, patrono milagroso de la ciudad cuyo templo barroco se asoma sobre el Duero narrando la vida de este anacoreta soriano y al que llegaremos en un agradable paseo urbano y sin perder de vista el discurrir del río.
Apenas a 4 kilómetros de la capital soriana se encuentra un fascinante yacimiento arqueológico repartido por el monte Valonsadero a través de numerosos abrigos naturales de roca con pinturas rupestres. Datadas entre los años 3000 y 2000 a.C. (desde el Calcolítico a la Edad del Bronce) ofrecen un excepcional recorrido por una zona natural de esparcimiento urbano que antaño fuera de aprovechamiento ganadero. Un itinerario señalizado conduce por diez de los más sobresalientes conjuntos de pinturas rupestres con figuras humanas, plantas y animales, los abrigos aparecen acompañados de paneles interpretativos para facilitar su visión. En esta zona, donde se extrajo la roca arenisca que sustenta muchas de las iglesias de Soria, así como los arcos de San Juan de Duero, también se hallan restos de una antigua calzada romana y una necrópolis medieval.
Sin apartarnos del municipio de Garray, podemos sumergirnos aún más en la atmósfera celtibérica, especialmente en agosto, cuando la representación histórica del Cerco de Numancia revive con intensidad los eventos que marcaron la resistencia celtíbera frente a Roma. Desde el parque del castillo, la vista panorámica evoca la vigilancia de los antiguos guerreros, dominando el horizonte con la misma mirada estratégica que antaño aseguraba su defensa.
Al concluir la inmersión en el yacimiento de Numancia, el territorio cercano ofrece una ruta cargada de vestigios arqueológicos que testimonian el choque de civilizaciones. Calzadas milenarias, ciudades extinguidas y enclaves que aún susurran el eco de A-Roma nos invitan a descifrar las huellas de la historia. Entre caminos de piedra y silencios que aún resuenan con el clamor de batallas pasadas, el visitante se convierte en explorador de un mundo que desafió a Roma y que, después de siglos, sigue narrando su propia epopeya.
A tan solo 40 kilómetros, Uxama Argaela (Osma) [link interno] emerge como un enclave clave en la resistencia celtibérica, una aliada estratégica de Numancia que aún conserva el legado de su grandeza. Su monumental foro, testigo de antiguas decisiones y encuentros, se alza como un espacio donde el tiempo parece haberse detenido.
Desde sus alturas, el paisaje despliega una panorámica privilegiada que abarca el valle del río Ucero y se extiende hasta la imponente Sierra de la Demanda. Es un mirador natural donde la historia se entrelaza con la geografía, invitando a imaginar el territorio tal como lo hicieron sus antiguos habitantes, en una vigilia constante entre el esplendor y el desafío.
Estando en ella conviene no perder detalle del paseo por El Burgo de Osma, un pueblo que respira historia en cada una de sus calles. Su catedral de Santa María de la Asunción, joya del gótico castellano, se alza majestuosa en el corazón del casco antiguo con sus muros centenarios susurrando relatos de nobles, obispos y peregrinos. Cruzar el umbral de su claustro, envuelto en un sobrecogedor silencio, es adentrarse en una atmósfera de misticismo.
El recorrido por la villa invita a caminar bajo sus soportales, donde el tiempo parece detenerse, y a perderse en la búsqueda de su muralla medieval, cuyos vestigios evocan un pasado de defensa y poderío. La Plaza Mayor, con su dinamismo y elegancia castellana, es el punto de encuentro donde la vida fluye al compás de la historia.
Sobre las aguas del río Ucero, el puente romano, testigo de innumerables pasos, espera a ser cruzado como antaño lo hicieron comerciantes y peregrinos. Estos se alojaban en el imponente hospital de San Agustín, un edificio clásico del siglo XVII cuya simetría y presencia lo convierten en una pieza clave de la Plaza Mayor frente a la Casa Consistorial; hoy mantiene sus puertas abiertas como centro cultural.
Si seguimos el curso del río Ucero, el cañón del Río Lobos despliega su imponente paisaje de formaciones calizas, esculpidas por siglos de erosión hasta configurar un desfiladero de sobrecogedora belleza. Desde lo alto de sus escarpadas paredes, el buitre leonado y otras aves rapaces vigilan silenciosos el paso, añadiendo a la escena una atmósfera natural de extraordinaria belleza.
En el punto más evocador del cañón, tras una caminata de aproximadamente una hora desde la Casa del Parque, se revela la enigmática ermita de San Bartolomé. Este templo de estilo románico tardío, encajado entre farallones y recias sabinas, encierra secretos templarios que han alimentado leyendas a lo largo del tiempo. Su rosetón es un símbolo esotérico que ha generado interpretaciones sobre su posible conexión con la orden del Temple, mientras que su orientación arquitectónica guarda un detalle extraordinario: durante el solsticio de verano, el primer rayo de sol acaricia su ábside con una precisión milimétrica, creando un espectáculo de luz y misticismo que deja sin aliento a quienes lo presencian.
En Montejo de Tiermes, a 70 kilómetros de Numancia, se halla la ciudad romana Termes (Tiermes) [link interno], un enclave esencial en la defensa numantina y un testimonio fascinante de la interacción entre la cultura celtibérica y la expansión romana. Sus espacios rupestres, esculpidos con precisión en la roca arenisca, revelan una adaptación única al entorno, donde cada pared y cada pasadizo parecen esconder historias de una civilización perdida.
El graderío, imponente y evocador, invita a imaginar los encuentros y espectáculos que alguna vez resonaron entre sus piedras. Este patrimonio arquitectónico nos devuelve al Museo Monográfico en Soria, que resguarda un legado invalorable: piezas celtibéricas y romanas extraídas del propio yacimiento, cada una con su propia narración, esperando ser interpretada por quienes buscan adentrarse en el pulso de la antigüedad.
A 90 kilómetros de Numancia, la colonia romana de Clunia [link interno] (Peñalba de Castro, Burgos) despliega los vestigios de una ciudad que, en su tiempo, brilló con esplendor y opulencia. Sus mansiones, con pavimentos adornados por intrincados mosaicos, narran historias de un refinamiento que aún permanece en sus estancias.
El teatro, excavado en la roca con magistral precisión, evoca los espectáculos que alguna vez avivaron los aplausos de sus habitantes, mientras las termas atestiguan el arte del bienestar que los romanos llevaron consigo. Cada rincón de Clunia es un portal al pasado, donde la grandeza de la colonia aún se percibe en la piedra, en los caminos y en el aire que, siglos después, sigue impregnado de historia.
Calatañazor, a 38 kilómetros de Numancia, es pueblo rodeado de recias sabinas centenarias y de atrayente recorrido urbano por ser un enclave donde la historia y la leyenda se entrelazan en un escenario rural de piedra y silencio. Sus calles empedradas, flanqueadas por casas de arquitectura tradicional, culminadas con enormes chimeneas, conducen al castillo. Es donde la vista se despliega sobre un paisaje que parece detenido en el tiempo, evocando la batalla que, según la tradición, marcó el destino del caudillo Almanzor. La torre vigía y los restos de su fortaleza guardan relatos de resistencia y conquista, mientras el entorno natural envuelve el pueblo en una atmósfera de silencio y solemnidad.
A 25 kilómetros de Numancia, se localiza San Esteban de Gormaz, uno de los pueblos medievales más cautivadores de Soria. Su fortaleza, imponente y estratégica, custodió el antiguo límite entre los reinos cristianos y musulmán, durante siglos de disputas y alianzas.
El recorrido por su núcleo histórico descubre dos joyas del románico porticado: la iglesia de San Miguel, con capiteles esculpidos en los que dragones, guerreros y músicos narran historias de un tiempo legendario, y la iglesia de El Rivero, de hechura humilde pero cargada de secretos. En sus piedras se ocultan las firmas de los canteros, símbolos de cruz, flores y alguna enigmática marca templaria, añadiendo un halo de misterio al conjunto.
Cruzando el puente medieval, el viajero se convierte en un caminante del tiempo al contemplar las bodegas rupestres, excavadas en la roca, donde el vino de la tierra madura. Algunos lagares, aún en uso, se remontan a la época visigoda (siglo VII), perpetuando una tradición vitivinícola ancestral que da identidad a la villa.
Cómo llegar a Numancia
Al yacimiento arqueológico de Numancia se accede desde la localidad de Garray, situada a 7 kilómetros de Soria capital. Hay que circular por la carretera N-111 hasta Garray. Desde allí, la carretera que asciende a Numancia parte desde el centro del mismo pueblo en dirección suroeste, y, en unos 800 metros, se sitúa ante la entrada al yacimiento que cuenta con aparcamiento gratuito.
En vehículo propio desde Madrid (230 kilómetros y 2.30 horas de viaje) se ha de circular por la A-1 en dirección a Burgos para tomar la salida 113 y seguir por la N-234 en dirección a Soria. Antes de llegar a la ciudad se ha de seguir por la SO-20 en dirección a la N-111 que conduce hasta Garray y el acceso al yacimiento.
Desde Burgos (150 kilómetros y 1,40 horas) se accede por la N-234 en dirección a Soria, tomando la SO-20 para enlazar con la N-111 que conduce a Garray. La ciudad de Segovia se halla a 180 kilómetros de Numancia (2 horas) y el trayecto adecuado es emplear la carretera N-110 y, desde San Esteban de Gormaz, seguir por la A-11 en dirección a Soria.
En transporte público desde Madrid son los autobuses (ALSA) los que en 2,45 horas llegan a Soria. Desde la capital soriana hay autobuses urbanos (línea 2) que comunican con Garray. Desde donde se caminan 800 metros hasta el yacimiento.
Desde ciudades como Burgos y Segovia hay también conexión con autobús (ALSA) con la ciudad de Soria. Después hay que hacer el mismo recorrido descrito previamente.
Dónde y qué comer
La gastronomía alrededor de Numancia es un reflejo de la tradición y la adaptación al entorno, manteniendo la esencia de los productos de proximidad que han sustentado a sus habitantes desde tiempos celtibéricos. En la Numancia prerromana, la dieta estaba marcada por la disponibilidad de recursos naturales: la carne, obtenida de la ganadería, se alternaba con cereales, legumbres, frutos secos, como bellotas y nueces, y setas, fundamentales en la alimentación de los celtíberos. Para acompañar las comidas, se consumía vino con miel, una bebida energética y nutritiva, y la caelia, una cerveza de trigo fermentado, de sabor áspero y efecto embriagador, que era común entre los pueblos prerromanos.
Hoy, la cocina de la región sigue honrando estos ingredientes, dando lugar a platos robustos y llenos de carácter. Entre los más representativos se encuentra la sopa castellana, un caldo espeso y reconstituyente, servido en cazuela de barro, que recompone fuerzas tras una jornada en el campo. Elaborada con ajo, pan, pimentón y huevo escalfado, esta sopa es un homenaje a la cocina tradicional de Castilla.
Otro plato emblemático es el cordero al caldero, un guiso cocido a fuego lento, donde la carne se impregna de los aromas del laurel, el ajo y el vino, logrando una textura melosa y un sabor profundo. La ganadería, que fue la base de la alimentación celtíbera, sigue siendo un pilar de la gastronomía local, proporcionando carne, leche y derivados que enriquecen la cocina de la zona y favorecen productos singulares como los quesos elaborados con leche de oveja cruda.
La gastronomía en las inmediaciones de Numancia es una celebración de los sabores que puedes probar sentándote en esta mesa de tradición. [link interno]
Dónde dormir
Con vistas a los mismos paisajes que los numantinos defendieron con valentía frente al avance de Roma, el descanso en estas tierras adquiere un significado especial. Las casas rurales con historia, enclavadas entre campos de cereal y pinares, ofrecen un refugio acogedor al final de la jornada, donde la tranquilidad del entorno se funde con la esencia de la tradición.
Para quienes buscan una experiencia más de caminantes, los albergues de hospitalidad abierta brindan un alto reparador, mientras que las posadas, algunas asentadas sobre cimientos medievales, evocan el pasado con su arquitectura y su ambiente cálido. Cada rincón de estos alojamientos invita a sumergirse en la historia, permitiendo a los viajeros sentir la conexión con la tierra y sus antiguas leyendas.
Y para quienes prefieren el pulso vibrante de la ciudad, Soria despliega su encanto en calles serenas y cargadas de historia, donde los hoteles y alojamientos urbanos combinan comodidad y exclusividad. Aquí, el legado de Numancia sigue vivo, no solo en los vestigios arqueológicos, sino en la atmósfera que envuelve cada estancia, haciendo que el viajero continúe soñando con la grandeza de un pasado que aún resuena en el presente.
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Martes a viernes: 12:00 16:30
Sábados: 10:30 12:00 16:30
Domingos y festivos: 10:30 12:00
MARZO-MAYO / OCTUBRE
Martes a sábado: 10:30 12:00 17:00
Domingos y festivos: 10:30 12:00
JUNIO-SEPTIEMBRE
Martes a Sábado: 10:30 12:00 17:00 18:30
Domingos y festivos: 10:30 12:00
PRECIO ENTRADA:
General 6€
Reducida: 4€
Niños menosres de 7 años: gratuita
Nuestros sitios
Astorga romana
Asturica Augusta fue una de las grandes ciudades romanas del noroeste. Hoy conserva su foro, termas y murallas, testigos del esplendor que vivió bajo el Imperio.
El Vergel
Desde los albores del siglo I d.C., la romanización fue transformando el territorio de Ávila (Abula), dotándolo de una nueva identidad agrícola y social, desde donde la tenacidad romana desplegó su ingenio para optimizar el paisaje rural.
Las Médulas
Patrimonio de la Humanidad, este paisaje único fue moldeado por la minería romana en su búsueda de oro. Con sus formaciones de tierra roja, es un impresionante legado de la ingeniría romana.
León romano
Nacida como campamento de la Legio VII, León conserva murallas, termas y huellas romanas que narran su origen militar en la Hispania del Imperio.
Numancia
Durante veinte años, los numantinos enfrentaron con tácticas de guerrilla el avance de las legiones romanas, rechazando cada ataque con una firmeza que daría lugar a la expresión «resistencia numantina».
Petavonium
En el valle del Vidriales, el campamento romano de Petavonium fue clave para controlar el noroeste peninsular. Hoy, sus restos muestran la vida de una legión en la frontera del Imperio.
Pino del Oro
Enclavado junto al río Duero, este entorno conserva restos de una antigua explotación aurífera romana. Naturaleza y arqueología se unen en un paisaje marcado por la búsqueda del oro.
Santa Cruz
Oculta durante siglos bajo campos de cultivo, la villa romana de Santa Cruz salió a la luz en 1972 de manera fortuita, cuando una excavadora desveló parte de sus muros y mosaicos: primeros vestigios de su grandioso pasado.
Villa de Orpheus
Esta villa romana, ubicada en Palencia, destaca por su mosaico de ORfeo, una joya del arte romano. Un testimonio de lujo y simbolismo en la vida rural de la Hispania romana.